lunes, 29 de agosto de 2022

Voy a pasármelo bien


Cada vez es menos frecuente la película "ratejo bueno".

En España, esa clase de género lo estamos limitando a las comedias cañís. Inexplicablemente, porque basta ver cómo le va en taquilla a Santiago Segura con películas familiares, basiquitas y blancas, cómo le fue a Fesser con Campeones y no digamos ya a Martínez Lázaro (y el propio David Serrano de mero guionista), con El otro lado de la cama y la desbordada Ocho apellidos vascos (ambas con secuela de éxito), para darse cuenta de que a la gente le gusta cada vez más pasarlo bien sin que el humor cargue las tintas en la mala baba.

También nos gusta el sarcasmo del descarnado, naturalmente. Pero las comedias que hoy apuestan por ese tono, de sainete cabrón, tiran en general por el camino más fácil, algo así como Azcona sin Azacona. En fin, hablamos de cosas como Villaviciosa de al lado, Señor, dame paciencia, La familia perfecta... ejemplos abundan. Son nuestra variante a los Aterriza como puedas, Agárralo como puedas, etc. Aquí podrían titularse Chupa del frasco, Carrasco.


La gente, dentro de los parámetros de verano, está respondiendo a Voy a pasármelo bien. Ya está en el selecto club con menos de diez miembros (cómo está el patio), de las películas españolas que han superado el millón de euros de recaudación. Puedo decir que en la sala en la que yo fui, el lleno era absoluto. 

La idea es sencilla: unos adolescentes de la época en la que Hombres G sacaron sus canciones más celebradas, sufren y gozan las penurias y dulzuras de la vida de estudiante en un colegio de Valladolid. Hay una chica nueva, conflictiva, desprejuiciada y guapa, que deslumbra al líder de un simpático grupito de "losers", que dirían allende los mares. De sus peripecias trufadas de bailoteo urbano luminoso y feliz, nos enteramos en flashback. La chica ha triunfado años después y regresa a la pequeña ciudad a reencontrarse con aquellos chavales que hoy son hombres. 



No hace falta nada más para armar una historia entrañable, alegre, vivaz... ratejo bueno. Con escenas muy afortuadas: la invitación, la pistola, el eterno aspirante, el karaoke, el trago heroíco... La película no pretende que te rías en cada secuencia, pero tampoco te mantiene demasiados minutos sin hacerlo. El resto es sonrisa amplia, nostalgia sana y sus pizquitas de genuina emoción, hasta cantando.

La recomiendo antes de la catarata de mega-estrenos de septiembre. Vas a pasártelo bien. 

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