Hizo mucho cine, con su hermano Juan Antonio Bardem, con Fernando Fernán Gómez, Gonzalo Suárez, Enrique Uribizu, Pedro Almodóvar... Se coló en fenómenos como el Alatriste con Viggo, el pelotazo Airbag y alguna fruslería más de las que revienta taquillas sin que uno sepa muy bien por qué.
Aunque la Bardem tuvo pocos papeles protagónicos. Yo la recuerdo especialmete en dos títulos magníficos: El primero se llamaba Siete mil días juntos, una comedia de un negro alquitrán dirigida por Fernan Gómez, en la que ella hacía de mujer cabrona de José Sacristán experta en magdalenas, rulos, maltrato fingido. No tuvo éxito, pero los dos, él y ella (y un Agustín González inquietante y repulsivo como pocas veces), estaban soberbios en sus papeles.
Además, claro, Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto, el mítico drama policial de Agustín Diaz Yáñez, en el que comparte cartel con Victoria Abril en su mejor momento, que es mucho decir, porque la Abril, además de una imagen pública entre alocada y detestable, siempre ha sido un monstruo interpretativo como pocos en Europa.
Pilar Bardem también cultivó predios ajenos a su oficio, con poca fortuna a mi parecer. Pero, eso sí, siendo coherente hasta el final con su posición y parentescos.
Me quedo con sus grandes papeles, que lo fueron en grandes películas. Lo demás, se enquistará en el ruido de unos y de otros. Y que les aproveche ("o mejor dicho" - tronaría Fernán Gomez- "¡que se les indigeste!").
No hay comentarios:
Publicar un comentario