domingo, 15 de noviembre de 2020

El gordo y el flaco

 

Al fin una película que retrata a actores del pasado con actores de hoy sin producir sonrojo, o dejar ese amargo sabor de recordar lo que fue espléndido y que ahora se honra sin tino ni cómicos a la altura de los originales. 

Quizá haya contribuido al éxito aquí que Laurel y Hardy fueron siempre más la presencia física que el arte interpretativo. Puro vodevil, gag tras gag, del torpe y el ofuscado en acción, con rutinas excelsas (la de las dos puertas, el baile, la visita al médico), trasladadas a un cine ávido de comicidad pura, como el de los años 30. 

De hecho, esa fue su gran década, luego vino la decadencia, lenta pero implacable. Cuando están decididamente en ella, arranca este homenaje fílmico de 2019, perfectamente equilibrado (ni se pasa de acidez ni de almíbar), con Coogan como Laurel y C. Reilly como Hardy. Ambos asombrosamente caracterizados y trabajando con una finura al más puro estilo "british" 

La ambientación es impecable, claro, los planos secuencia (en especial el primero), elegantes y didácticos, los secundarios arropan en las dosis justas (esas esposas marimandonas, ese agente ladino). Todo funciona. Y si no llega a obra mayor, de las de 8,5 para arriba, es porque lo que cuenta la película es verdad: el gordo y el flaco son adorables, pero están pasados de moda.

2 comentarios:

  1. Me dejó una sensación bonita.
    Sumo a lo que has dicho que esquiva la tentación de "amigos y enemigos". Es una película sobre el final de sus carreras, pero también de su amistad a esas alturas. Y era amistad. Se comprendían, toleraban y se reían juntos. Yo lo firmo ya.
    Coogan y Really son muy buenos

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