Tenía manos de estibador de
muelle. Supongo que les dio cincuenta años de cuidados en sucesivos camerinos y
rincones de maquilladores o estilistas, pero sólo los guantes de jugar al golf
funcionaron para disimularlo. Aunque nadie se fijaba en ese detalle cuando
alzaba las cejas y sonreía bajo el bigote, convirtiendo la simpatía en un deje
tierno, entre lo socarrón y lo paternal. Esa sonrisa valía oro, nunca le falló,
era como de sabio medieval disculpando a
un alumno las ignorancias propias de su edad o a un agente de la ley bisoño
tanta torpeza para encontrar almacenes de licor clandestino.
Sin sonreír, o haciéndolo sólo
con las cejas, podía mostrar instinto criminal, ser ditinguido con apenas ponerse
el traje, mirar a una mujer desde cualquier ángulo, reprender a un arqueólogo
desbocado… y todo con o sin pelo: lo
mismo le valía para el caso un reino ignoto, una estación espacial, una selva
amazónica.
Cuando le blanqueó la barba y
sólo siguieron negreando las cejas y el bigote, todas las producciones de lujo,
testosterona y un punto superficial querían a Connery para redimirse, en
Kamelot, Japón o la Roca.
Dicen que los capitostes que
decidían sobre la encarnación de 007 en alguien de las islas, al terminar la
entrevista le vieron cruzar la calle desde la ventana; Broccoli dijo entonces
que el escocés se movía como una pantera. Quizá por eso, existe un scotch añejo
que tuvo un célebre anuncio en el que una pantera descansaba junto a la botella
de whisky y el titular decía: Tranquilo, no ataca, pero cuidado si te acercas a
mi Old Parr.
Así era Connery, un gato salvaje
pero tranquilo, hasta que le dejaban a deber dinero, se cruzaba con algún
pusilánime, o le mentían en la puntuación de golf. Con eso y la pasión por su
patria originaria tenía bastante para despacharse a gusto.
La pantera escocesa ha dejado de
moverse. Pero pudo reinar y lo hizo.
Consiguió sobrevolar el deterioro creativo de Hollywood sin que le salpicase,
aun participando en muchas de las películas que lo ponían de relieve. Gustándole por igual a mi hija y a mi abuela, a demócratas y a republicanos,
siendo Sir para un reino del que no quería ser súbdito.
Contradictorio, machista,
estrella, manazas. Fue él mi primer retrato actoral a carbón, suya fue la
película que proyectan al empezar mi novela cinéfila. Adiós, escocés. Seguirás
reinando.
Qué buen texto.
ResponderEliminarGracias amigo, era eso o un whisky, y no tengo scotch en el mueble bar
Eliminar"Así era Connery, un gato salvaje pero tranquilo...", Sean parecía otro de esos actores que no podían marcharse. Pero, como siempre digo, quedan sus películas... En su filmografía hay mucho más allá del agente 007.
ResponderEliminarBeso
Hildy
totalmente de acuerdo
EliminarEstá estupendo en "Robin y Marian", que acabo de volver a ver.
ResponderEliminarUn buen actor con fama (cinéfila) de mal actor. Curioso.