viernes, 3 de abril de 2015

Birdman


Iñárritu sin Arriaga  ha ganado en linealidad y aquí la lleva al extremo en un plano secuencia de virtuoso (hábilmente falseado cuando toca elipsis), para contarnos la última batalla de un actor oportunamente encarnado por Michael Keaton

El que fuese primer Batman de la nueva era superheroíca de Hollywood interpreta para Iñárritu a un actor que se condenó igualmente a la fama con un papel de superhéroe, Birdman, que aún le atormenta. Quiere redimirse profesionalmente estrenando en Broadway y vive los días previos al debut en medio de un caos teatral, emotivo, económico y familiar que se condensa, se enrosca y se desdobla durante dos horas que pasan volando.

La película tiene una primera mitad prodigiosa, no solo técnicamente, sino en su economía y riqueza narrativa. Todo lo que necesitamos saber de cada uno de los personajes, del contexto en el que se desenvuelven, del reto a superar y de los riesgos que jalonan el camino se muestra sobre pantalla con fluidez, en el orden adecuado, deteniendo la cámara donde hay que hacerlo y solo el tiempo imprescindible. Durante más de una hora, parece que estamos asistiendo a una versión actualizada de Opening night de Casavettes, con más presupuesto y menos talento, aunque no poco.

Luego el desarrollo evoluciona y se fractura en diferentes frustraciones, avances y retrocesos que terminan de vestir el cuadro y dirigir al protagonista hacia su objetivo, seriamente tocado de egolatría y miedo. Encadenando mentiras decididas y verdades afiladas, momentos brillantes y alucinados en el escenario y en los camerinos, en el bar y en la azotea. 

Los intérpretes, con Keaton a la cabeza (pero ojo a NortonWatts y la pequeña Stone), saben que tienen un caramelo cada vez más infrecuente en el cine anglosajón y se lanzan a tumba abierta para dar lo mejor de si mismos, aunque les ponga en apuros tan trágicomicos como una erección en escena, un paseo en calzoncillos por el centro de New York o un beso lésbico sacado de la manga. 

De paso, se reparte estopa a partes iguales hacia el cine más pujante y ramplón de la última década y hacia los críticos con complejo de superioridad intelectual. A la viralidad online y a los periodistas analógicos. Al actor popular, al de método y hasta al médico de Meg Ryan.

Si Iñárritu hubiera renunciado a apurar el componente onírico, que le obliga además a retorcer innecesariamente los últimos metros de su tour de force, Birdman sería una película redonda. No lo es por muy poco, pero quizá no quiera serlo. Arriaga, en cualquier caso, debe estar maldiciendo al otro lado de la frontera.



7 comentarios:

  1. ¡Cuántas entradas me había perdido, querido Fernando, pero aquí estoy ya! Cómo me gustó EL PASADO y cómo disfruté de BIRDMAN (todavía me suena la batería en mis oídos). A CENICIENTA si voy a visitarla es además de mi pasión por los cuentos, es mi cariño por su director Kenneth Branagh. Me apunto el libro de Cercano oeste...
    Sigo leyendo.
    Besos
    Hildy

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    1. Ojo que ésta de Branagh es de las que hace de encargo. Aunque muy bien hecha.
      La cuestión es para qué.

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  2. Más allá de talentos y habilidades, tengo la sensación de que "Birdman" es el tipo de película que va a envejecer mal... ¿No te parece?

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    1. Creo que lo estrictamente teatral no, pero los guiños coyunturales seguro

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  3. No sabes como me alegro leer lo que escribes sobre Birdman porque la "intelligenzia" ( garci, tores dulce...) ha decidido defenestrarla,
    La vi dos veces y me entusiasmo, tiene razon como siempre en lo del final,
    Fuerte abrazo y busca un hueco, anda¡¡¡¡

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  4. Luis S. sigue siendo demasiado joven.....ya aprenderá con nosotros.

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