Hace no mucho, tres grandes intérpretes se reunieron en este entretenimiento agreste para dar otra perla del negro a la cinematografía nacional. El género parece brillar últimamente gracias a Urbizu, Monzón y Rodríguez. Pero esta película, menos ambiciosa, menos medida, pide su espacio junto a las de estos directores en ese ciclo que TVE nunca programará.
Aída Folch se come la cámara, no importa el corte de pelo y que lleve ropa o no. Francesc Garrido es un camaleón que no siempre puede demostrarlo y lo hace aquí. Manuel Morón es punto y aparte. El resto arropa, entre el cliché de guión y el actoral oficio.
Dirige con nervio Patxi Amezcua, que luego pinchó en Séptimo (¡¡con Ricardo Darín y Belén Rueda!!), un guión propio que no se mete en honduras pero que no defrauda. Ritmo, corrupción, violencia y mugre. Una chica y una pistola.
Si fuera francesa haríamos reverencias injustificadas. Aquí basta con recomendarla.
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