A veces los Oscars se comportan como deben y premian aquello que lo merece. Dallas Buyers Club, que dejé sin reseña en su estreno y que he vuelto a ver esta semana, es una película de intérpretes y en especial de los premiados Matthew McConaughey y Jared Leto.
La historia, necesaria o interesadamente simplificada, viene a contar las diferencias irreconciliables entre la Administración y los afectados ante una emergencia sanitaria tan letal como el sida, con farmacéuticas de fondo. Unos tratan de organizar la respuesta regulada a la pandemia y otros se limitan a sobrevivir. Los terceros en discordia van al negocio, aunque no comparezcan explícitamente ante la cámara.
El cowboy que encuentra un consejero médico en México y pone en marcha un tinglado para automedicarse y resistir es un gran personaje. Su aliado travestido también. Las certezas que se despachan de uno a otro, insultándose, mirándose y abrazándose, son el zumo de esta película algo esquemática pero plena de crudeza y determinación.
El ser humano como individuo por delante de la organización social, una vez más y a la estadounidense manera, pero con cuerpos y rostros que exudan autenticidad.
Creo que un año de reposo le ha sentado bien a mi crítica.
Uffffff que retraso
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