Un regreso para firmar el
divorcio, unos hijos desconcertados ante los sentimientos de los adultos y un
misterioso intento de suicidio. Material suficiente para construir una película
hipnótica sobre lo que las relaciones de andar por casa pueden complicar la
vida de personas corrientes, con sentimientos, secretos y conversación.
En esta nueva historia de Asghar Farhadi
ya no estamos en Irán y las reglas locales no influyen sobre el argumento. Pero
la intriga y los desencuentros -emotivos y de convivencia- vuelven a fluir con
impresionante sencillez para hacer atrayente la vida de sus criaturas. Para que
las sigamos en su lucha por desenvolverse y ser medianamente felices, mientras
se desentraña el misterio.
Farhadi dirige con excelente pulso y a ras de suelo, con precisión narrativa y sin alardes. Prescinde de músicas enfáticas, posiciones de cámara para su lucimiento, estrellas ejerciendo de tales. El drama se expone con una naturalidad pasmosa, incluso en aquellos aspectos más delicados o inverosímiles, desarmando al espectador con el estupendo trabajo de los intérpretes y otro de sus bellísimos finales.
Farhadi es un contador de historias sobre pequeños seres en este loco mundo. Y su locura bien merece acudir a la oscuridad del cine, que pronto será también cosa del pasado.