La mejor oferta

Giuseppe Tornatore nunca maltrata a sus espectadores, aunque a veces los mime demasiado. Su filmografía no es extensa, pero ofrece piezas de bastante interés y una obra, si no maestra, con uno de los finales más conmovedores que se han volcado en una pantalla. Sí, claro, estoy hablando del final de Cinema Paradiso, donde el amor al cine se convierte en una insuperable explosión de lo que Garci llama "nostalgia jubilosa".

Paradójicamente, es quizá el éxito de aquella lo que ha pesado durante demasiado tiempo sobre la reputación del cineasta, del que se esperaba cine bonito, mediterráneo y nostálgico en cada una de sus nuevas entregas. Tornatore, en cambio, ha seguido inventando propuestas de tono variado, desde una pasión cinéfila que le permite moverse con soltura por el género que en cada momento le cuadra a su necesidad de contar.

Y así llegamos a La mejor oferta, sin saber qué nuevo giro propondrá el italiano para la ocasión. Sorpresa, sorpresa.

Con ayuda del elegante Geoffrey Rush y un universo elitista y decadente envolviendo al personaje, media docena de localizaciones tan funcionales como impactantes y un guión inteligente como pocos ahora, Tornatore cuenta una historia de amor original, intrigante y desoladora. Con un desarrollo estupendamente dosificado que justifica -esta vez sí- un metraje superior a las dos horas, la película consigue que el espectador conecte su curiosidad, su irritación y sus sentimientos a los de Rush para que, como él, pueda dejarse llevar hasta el cielo y el infierno.

Quizá he dicho ya demasiado. Así que lo dejaré aquí, con un simple consejo: buscad un cine y aceptad la oferta de Tornatore.