jueves, 14 de febrero de 2013

Lincoln




Spielberg sigue en pos de la épica, del testimonio histórico y de los afectos.

Ensayó con El color púrpura y El imperio del sol, dos películas poco valoradas en su momento pero que han ganado mucho con los años. Después explotó con Schlinder y Ryan, trabajos portentosos en los que sólo el brochazo de sensiblería de último minuto podría criticarse, y poniéndonos mezquinos. Luego cocinó Amistad, Inteligencia artificial, Munich o War Horse y de todas pueden extraerse momentos brillantísimos, detalles irritantes y vocación de hacer la película definitiva sobre cada cosa, historias “más grandes que la vida”.

Es un tipo versátil y reconocible al mismo tiempo, consciente de las butacas que hay que llenar hasta cuando toca los temas más ingratos. Pero sagaz eligiendo figuras y hechos de la historia. Supongo que era cuestión de tiempo que llegase hasta Lincoln. O Lincoln hasta él.

Y aquí estamos, después de dos horas y media de acabado impecable, narración clásica, reparto apabullante, tema elevado y banda sonora de John Williams.

El resultado para mí se queda lejos de lo que pudo ser con tantas y tan buenas bazas. Reiterativo en las triquiñuelas políticas, cansino en las broncas de la cámara de representantes, moroso en personajes que merecían más y mejor recorrido.  La película alcanza la emoción en momentos puntuales, casi siempre ajenos a la aprobación de la enmienda. Y Lincoln recorre la película oscilando entre la abnegación, la terquedad, la picardía y la tristeza.

Queda, eso sí, la impresión de que en Hollywood, aún en tiempos copados de superhéroes, se mantiene la voluntad de fijar de vez en cuando la atención en la historia del país, de analizar los asuntos políticos relevantes o significativos, de plantear ambiciosas empresas narrativas que reivindiquen méritos y desvelen errores. Sin necesidad de que estos últimos correspondan siempre al bando republicano.

Qué envidia. ¿Dónde está nuestro Spielberg? 



6 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

    ResponderEliminar
  2. Que conste que no es censura, es que paso de publicidad en el blog

    ResponderEliminar
  3. Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

    ResponderEliminar
  4. Lincoln deslumbra a ratos y aburre en otros.
    Coincido en que algunas ideas o situaciones se repiten innecesariamente mientras cosas con mejor pinta se quedan solo apuntadas.
    Aún así, es una gran película: dura más de dos horas y media.

    ResponderEliminar
  5. ¿Cómo se puede leer mal el ganador de una categoría en la gala de entrega de una Academia de cine? Ya les vale.

    ResponderEliminar
  6. El cuñado de Tadeo18 de febrero de 2013, 13:35

    El mejor chiste de toda la gala el del actor de reparto "premiarme por hacer de yonki..."

    Enhorabuena a mi cuñado.

    ResponderEliminar