Algo huele a podrido en el nuevo Hollywood, siempre nuevo, siempre viejo, siempre vivo, siempre eterno. Secuelas, remakes, videojuegos, revivals, franquicias, refritos basados en series de tv, 3d a capón… La taquilla hierve mientras la creatividad se enfría. Meses después de los Oscar y a la vista de lo que se nos echa encima este verano, no parece que la voluntad de la “meca” sea otra que la de brillar más industrial que nunca. Y es que fábrica de sueños ha sido un oxímoron desde el principio, pero de un tiempo a esta parte el único sueño a cumplir parece el plazo del yate de un ejecutivo de estudio cinematográficamente analfabeto, fabricado para fondear en el lago Como, frente a la villa de Clooney hoy en venta a través de ipod.
Aterrizan en las salas, como yets de superestrella hortera, bobadas tan flojas como el viaje ochenteisson en el tiempo de Cusack y sus colegas, la pedorrez de las newyorkinas sexualmente liberadas (¿de verdad consistía en eso la liberación?) o el príncipe saltarín de un pastichazo oriental sin pies ni cabeza. El mal tryp a los años ochenta de los cuarentones retratados a brocha en Jacuzzi al pasado parece contagiar a toda una cinematografía que se debate entre el espejismo imperial, el flash tecnológico y la indefinición política. De la mano de productores e intérpretes (o productores/intérpretes) que en los ochenta le daban a la coca y al divorcio y que parecen añorar ambas cosas.
Jacuzzi al pasado es un Regreso al futuro sin gracia ni talento que ha renunciado a la ingenuidad sin atreverse a poner mala hostia de la gorda, no vaya a ser que Obama se decante por lucir Reagan. Sexo en New York (2) ni es sexo ni es en New York. Una ciudad y un tema que Allen ha trabajado sobradamente y con más talento en un solo minuto de Manhattan que ésta de las fashion victims en dos horas y veinte de lujo ordinario. Para llevarte una limusina -o cuatro- al desierto en plena recesión, prefiero los decorados tarta de boda de Ginger y Fred en la crisis de los años 30. Al menos ellos bailaban como ángeles.
Lo de El príncipe de Persia es aún peor, porque se toma en serio, quiere ser un buen producto, con riqueza de escenarios, situaciones y personajes, cuando shakespeareanamente resulta patética, como progresión dramática huele a consola que atonta y como romance sabe a arena.
Mientras tanto, el ciclo madrileño de cine alemán pone de relieve que un cine posible e interesante esta arrinconado en citas minoritarias, la producción española da tumbos a la espera de firmas consagradas que además acierten –para fin de año- y el cine asiático queda para Cannes y el circuito de VOS. En fin, casi casi como en los ochenta. Aunque entonces el cine de aquí sabía mejor lo que se hacía. Tenía temas realmente propios, personalidad definida y enfoque, al margen de las sorpresas de temporada. Ahora es demasiado tarde para aprovechar el adocenamiento agotador y agotado del enemigo. La política descalifica películas y espectadores alternativamente, el dinero se esconde y el mercado de exhibición se ríe de años buenos ocasionales.
En fin, que parafraseando a Ferlosio, vendrán más superhéroes y nos harán más ciegos.
Mientras tanto, el ciclo madrileño de cine alemán pone de relieve que un cine posible e interesante esta arrinconado en citas minoritarias, la producción española da tumbos a la espera de firmas consagradas que además acierten –para fin de año- y el cine asiático queda para Cannes y el circuito de VOS. En fin, casi casi como en los ochenta. Aunque entonces el cine de aquí sabía mejor lo que se hacía. Tenía temas realmente propios, personalidad definida y enfoque, al margen de las sorpresas de temporada. Ahora es demasiado tarde para aprovechar el adocenamiento agotador y agotado del enemigo. La política descalifica películas y espectadores alternativamente, el dinero se esconde y el mercado de exhibición se ríe de años buenos ocasionales.
En fin, que parafraseando a Ferlosio, vendrán más superhéroes y nos harán más ciegos.
Bueno, Fernando, pues que rachita, chico, tú no te desanimes que se te ve entre híper enfadado y súper deprimido. Yo de estas tres sólo he visto “El príncipe….” Y bueno, yo no creo que esto vaya en serio, es una de aventuras en lo que lo más espectacular son los saltos que se pega el amigo, el “malo” lo lleva escrito en la frente, como muy bien comentabas el otro día, está el gracioso de turno, y bueno, la princesa que es muy guapilla, aunque no logró caerme todo lo simpática que me hubiera gustado y, vale, que no hay más, pero vamos, que como se sabe a lo que vas, yo no he salido enfadada del cine, la verdad. Lo más pesado que se me hizo, eran esas leyendas al principio y final de la película tan “tremendas” sobre la arena de los tiemposssssss.
ResponderEliminarDe vez en cuando viene bien dar una bofetada de aire fresco para despertar conciencias. En este caso, estoy contigo respecto a la actitud de Hollywood sobre mogollón de películas que fabrican en serie sin apenas arriesgar, a formatos me refiero, no a la pasta ni al estilo. Quizá sea porque en estos tiempos inciertos, las nuevas ideas en el cine se dejan a cineastas con vocación de funambulistas. Hay pocos ejemplos pero están ahí y se admiran. Creo que Cameron ha sido uno de ellos y los resultados nadie los discute.
ResponderEliminarPor otro lado, amigo Fernando, es evidente que tus ojos, cinematográficamnete hablando, están curtidos en más de mil batallas. Muchas más me atrevería a afirmar. Hago el comentario porque es difícil sorprenderte sentado en una butaca frente a la gran pantalla. Lo cual no significa que no vaya a ocurrir, por fortuna, de vez en cuando sucede sin esperarlo y no necesariamente es un producto made in Hollywood. El mundo está cambiando. El del cine también. Esperemos que muy pronto podamos disfrutar una de tus burbujeantes críticas alabando el arte cinéfilo de algún funambulista perdido.