La galería de personajes no pretende ser original: Aquí tenemos al maestro de pueblo viudo y recto, a la hija solitaria con desaprensivo al acecho, a la tendera que pretende los terrenos del profesor y teje a su alrededor como una araña, al adolescente contra el mundo, a su prima la deseada, al marido impresentable, a la tita sensata y sentenciosa. En fin, una familia estándar con sus secretos y miserias de toda la vida.
Pero la lotería no toca siempre y ahí es cuando la cuerda empieza a tensarse y la historia a crecer, porque el maestro tiene que ir a cobrar el boleto a Lima y, desde la montaña quechua hasta la capital, todo el mundo necesita unos cuantos miles de soles para encarrilar sus problemas, que problemas si que hay para repartir.
Varios giros muy bien pensados, su pizca de intriga, un par de golpes de humor que no se esperan y mucho patetismo para un relato que se sigue con interés y que, si acaso, podía haber optado por un final más furioso, porque cuando el maestro destapa por fin la botella de guaro me acordé de William Munny antes de bajar al saloon por última vez, pero aquí son otros los que se rebelan y la elipsis nos perdona la peor cara de la vecindad sin plata.
Su recorrido por festivales fue largo y fructífero. En España, sólo Málaga le ofreció la posibilidad de proyectarse sobre pantalla grande.
Venezuela filmó con garra sobre lo suyo y tuvo en esta película el buen criterio suficiente para que el contraste del barrio cabrón y el de los cabrones oficiales no fuera tan abrupto en la relación personal entre sus pobladores como en la blancura de sus paredes. Así resulta más sútil: la chica de ambiente marginal encaja en la burbuja burguesa porque sus aspiraciones y talento son afines. Por eso la consideran uno de los suyos –aunque esforzada- y por eso la adoran y la “adoptan”. La historia de Tita tiene bastante miga y su director combinó bien muchos niveles de discurso, variados personajes y situaciones, sorteando con habilidad los riesgos evidentes de la demagogia (tan resultona para estos casos mil veces transitados de “arriba y abajo”). Algunos momentos merecen mención aparte: esos donde con una naturalidad que encoge el corazón Carolina Riveros enseña a sus alumnos humildes o a sus acomodados compañeros de conservatorio lo fácil que es olvidarse o ignorar la humanidad de los hombres hasta en su furia.Aunque precisamente por eso, a mi entender, el final chocaba un poco con el tono general para buscar la manera de resolver el apuro planteado por la trama “¿Con los tuyos en el infierno o con el enemigo tocando Mozart?” Pero quizá no hay otra forma de filmar el momento del caracazo sino como un choque. Buena y sólida película (y estupenda abuela). No encontró distribuidor para nuestro país.
PARAISO TRAVEL: Una reina para Marlon
Pero además cuenta qué sucede una vez allí y cómo se vive en el gueto latino, sin entrar en la visión pistolera que le dan siempre en Hollywood. Ésta es la historia de un niño mimado y una niña zorra buscándose la vida sin estridencias y la autenticidad de lo más sórdido, pero también de la capacidad de adaptación y hasta de alegría de los inmigrantes envuelve al espectador desde el principio hasta el final. Ahí está lo mejor, la película atrapa, la peripecia interesa, las situaciones son precisas (casi irrebatibles) y las pequeñas pinceladas “didácticas” apenas desentonan.
Una película de escenarios (imponente esfuerzo de producción), pero sobre todo de actores, muchos y buenos: desde el más episódico (como ese conductor de autobús despiadado y gamberro que encarna el mexicano Jesús Ochoa) hasta los que encarnan a Marlon y a Reina (Aldemar Correa y Angélica Blandón), la pareja protagonista. Y como siempre, “la Mencha” se sale. Consiguió estrenarse. La vimos unos cuantos colombianos y yo.
El desconocido no se llama Shane y el rancho, aunque familiar, está vacío. No hay un cacique, sino dos (uno hereditario y el otro digamos comercial) y el niño no juega con un revólver de madera sino con una furgoneta pick up de verdad. Pero la esencia es la misma: Un forastero, que aquí es forastera (o extranjera), llega a un lugar inhóspito donde las cosas son como siempre han sido. Y un pasado a redimir le anima a ponerle redaños y riñones a la tierra, que al final es lo que más aprecia el desubicado. Tempo lento, pero hermoso, y varias escenas antológicas. Un caballo y un puma. Una escopeta. Una botella de arrope. Mujeres silenciosas hechas de hierro…. Estupenda película que tampoco llegó a estrenar aquí.
MOTIVOS PARA NO ENAMORARSE: Actores que enamoran.
Dicen que Argentina es el país más europeo del mundo y cuando uno se asoma a su cine se encuentra con todos los argumentos que justifican esa afirmación. Lo mismo da el drama político, que el policíaco puro, que la película ligera, que la historia de amor.
Aquí la cosa iba de amor, desde luego, aunque el título lo niegue. Con su pizca de romanticismo afrancesado y picardía inglesa, un pequeño argumento fluye con tranquilidad en la pantalla y se devora con deleite gracias al trabajo de dos actores con recursos.
Jorge Marrale (que lo demuestra haciendo doblete en este Festival) es uno de esos intérpretes con solera que son capaces de dar cualquier tono y asumir cuántos matices les pongan por delante. Aunque aquí lo tiene fácil (o lo que es mejor, él hace que lo parezca). Su papel evoluciona con bastante lógica y crece en atractivo por la mera progresión del argumento. Celeste Cid es digna de figurar entre las “amelies” contadas del cine mundial, por la pureza de su mirada y la naturalidad de su trabajo.
Y en fin, que la película tiene buenas dosis de encanto, de lo cual me alegré porque el chiste en caso contrario era obvio y facilín: “motivos para no verla” y bla, bla, bla… El motivo para no hacerlo fue, una vez más, la indiferencia de los distribuidores.
MACURO: Cuento eléctrico.
En su ópera prima, el venezolano Hernán Jabés se descuelga con una historia sencilla pero muy eficaz, con cierto regusto a cine italiano, para hablarnos sobre un lugar hermosísimo donde la electricidad viene y se va con demasiada frecuencia, porque todo lo que sus habitantes tienen allí sólo sirve para ir tirando y a veces ni tira.Por contraste, la gente del lugar se saluda, se preocupa del prójimo, se respeta y se quiere. En fin, que sabe vivir. Y podría hacerlo con su pesca, sus empanadas y su banda de música, de espaldas a la burocracia y a la explotación más o menos prepotente de la cementera próxima, si los que se dicen gestores tuvieran una pizca de humanidad para con sus vecinos, sus conciudadanos, sus contribuyentes.Como no es así, ya tenemos nudo argumental: una planta eléctrica que no se usa pero que tampoco se presta. Y a eso se agarran un puñado de personajes bien trazados, con su reclamación, sus razones y su encanto, salvo quizá el malo oficial (el resto de malos son los invisibles funcionarios de la inoperancia), que apenas tiene motivo para serlo hasta el extremo, como no sea por el mero placer de putear al débil.Espléndida fotografía para un espléndido paisaje, música acorde, buenos intérpretes y un final algo previsible, pero coherente. Bonita película, que pescó en el palmarés del Festival aunque no recuerdo que luego se estrenarse en España.
Una historia de momentos en la que cada espectador encontrará los suyos: yo me quedo con los que tienen como protagonista a la maravillosa Maya Zapata, el papel más dulce de la película, rebosante de sensatez, ternura y belleza. Arrasó en Chile y México. Aquí, podéis suponéroslo.
La película del rumor, la que se vaticinaba como revelación del Festival, la bella, la del amor fou, la de Puenzo. Y que inexplicablemente concurrió en la sección oficial, no en la de Territorio Latino. Sus particulares "criaturas celestiales" están sobre la pantalla y te las crees, la adolescente obsesiva y su objeto de deseo, esa femme fatal a su pesar que encandila cantando en guaraní. Aunque demasiadas cosas quedan al albur (la madre, el hermano, la vida fuera), la misteriosa leyenda del niño no cuaja (es algo para novelar, filmarlo requiere un talento al alcance de muy pocos), el ritmo es lento, lento, lento. Y eso se paga. Esta película se llevó premio y logró estrenarse. Pero le sirvió de poco.
Muy bien hecha: personajes enteros y una historia que avanza con fiereza soterrada. La indignación, el miedo, el cariño, la tristeza, el reproche, todo está en su sitio y los actores y la directora saben exactamente cuál es. Sólo tiene un lastre, que el espectador la califique como “otra sobre la dictadura” (aquí pasa con las de la Guerra Civil). Pero vale la pena acercarse con la protagonista al escaparate de esa confitería… Fue la gran ganadora. No tuvo estreno comercial.