Llegó por fin la película del zumbao americano que dentro de la industria se la juega en cada proyecto, no por su capacidad comercial o artística sino por su ambición técnica. Ha tardado, pero su 3d anima el cotarro y anticipa lo que las salas ofrecerán en breve a nivel planetario para compensar descargas, pirateos y home cinema.
La historia es bonita y convencional. Quien esperara otra cosa, en términos argumentales, de James Cameron, es que pretende que James Cameron haga de Ozu y eso es una idiotez digna de las pedanterías y ortodoxias que en el sector crítico abundan.
Se puede uno enganchar o no a esta nueva forma de contar lo de siempre, el inesperado héroe que iba para verdugo y se reconvierte en líder de la resistencia frente a la amenaza y de paso se enamora de la princesa de la tribu; el converso a una cultura unidimensionalmente armoniosa, que demuestra a propios y extraños su capacidad para defender lo unidimensionalmente justo frente a un par de malos (el económico y el militar), básicos y pedestres, sin matices en la conciencia.
Se puede uno enganchar o no a la estética propuesta, entre el cómic a lo Metal Hurlant y el video juego de batallas globales; al azul de los indígenas, a la vegetación abisal y a la reconstrucción de la fauna prehistórico-fantástica.
Se puede uno dedicar a cazar las referencias cinéfilas antiguas o recientes (la plegaria de El último mohicano ante la pieza de caza cobrada, el video blog de The age of stupid, etc.) y a detectar los defectos de los efectos. O no.
En fin, que se puede ir a la sesión de magia con la única intención de pillarle los trucos al mago, pero no hay duda: Cameron es un mago. Engaña con estilo y sentido del espectáculo. Para disfrutarlo no hace falta creer. Basta con asumir que el cine, incluso el más realista, propone una suspensión de la realidad. Y si es extrema, pero deslumbrante, también sirve.
Sírvanse.
La historia es bonita y convencional. Quien esperara otra cosa, en términos argumentales, de James Cameron, es que pretende que James Cameron haga de Ozu y eso es una idiotez digna de las pedanterías y ortodoxias que en el sector crítico abundan.
Se puede uno enganchar o no a esta nueva forma de contar lo de siempre, el inesperado héroe que iba para verdugo y se reconvierte en líder de la resistencia frente a la amenaza y de paso se enamora de la princesa de la tribu; el converso a una cultura unidimensionalmente armoniosa, que demuestra a propios y extraños su capacidad para defender lo unidimensionalmente justo frente a un par de malos (el económico y el militar), básicos y pedestres, sin matices en la conciencia.
Se puede uno enganchar o no a la estética propuesta, entre el cómic a lo Metal Hurlant y el video juego de batallas globales; al azul de los indígenas, a la vegetación abisal y a la reconstrucción de la fauna prehistórico-fantástica.
Se puede uno dedicar a cazar las referencias cinéfilas antiguas o recientes (la plegaria de El último mohicano ante la pieza de caza cobrada, el video blog de The age of stupid, etc.) y a detectar los defectos de los efectos. O no.
En fin, que se puede ir a la sesión de magia con la única intención de pillarle los trucos al mago, pero no hay duda: Cameron es un mago. Engaña con estilo y sentido del espectáculo. Para disfrutarlo no hace falta creer. Basta con asumir que el cine, incluso el más realista, propone una suspensión de la realidad. Y si es extrema, pero deslumbrante, también sirve.
Sírvanse.
Fercho suscribo tus palabras. No hay que buscarle más vuetas al mago Cameron. Aunque la historia sea un bailando con lobos galáctico ver esa película es toda una experiencia por el uso que se le da a los 3d, te da la sensación de haber estado viendo un documental sobre el planeta Pandora.
ResponderEliminarAdemás los homenajes están bien traídos y no cansan en absoluto, no como en otras producciones. A mi la escena del ataque al árbol desde los helicópteros con una música grandilocuente me recordó al momento de la cabalgata de las Walkirias de Apocalipse Now, donde también hay un ataque aéreo.
Un abrazo tron.
Cameron nunca ha brillado por la profundidad de sus guiones, pero trata al espectador con respeto. Es más de lo que se puede decir de la mayoría de fabricantes norteamericanos de gran estudio.
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