Lo dice el personaje de Carmelo Gómez y no le falta razón. Ésta es una película que tiene ambas cosas, agallas y escamas, pero no ha encontrado el equilibrio entre ellas para que el pez nade con toda la fluidez deseable. La propuesta parte de un guión bien trazado (tanto que quizá le sobre alguna explicación y una última vuelta de tuerca perfectamente innecesaria), y cuenta con escenarios atractivos, momentos de lograda intensidad e intérpretes con mucho oficio como el gran Celso Bullago o el propio Carmelo, que cada vez que sale llena la pantalla. También Hugo Silva hace un trabajo digno de elogio, sobre todo si tenemos en cuenta que es el más expuesto.
Pero, con todo, la cosa no termina de funcionar. No sé qué es exactamente, la puesta en escena de algunos momentos, la atmósfera que salta una y otra vez (y desafortunadamente) de la grandeza a la facilidad, el ritmo entorpecido por esos cambios… Algo enturbia el resultado. Y duele, porque se percibe también en las mejores secuencias que una gran película era aquí posible.
Creo que hay dos tonos (¿será porque hay dos directores?) y uno de ellos lastra al otro. Yo me quedo con las escamas, o sea, Carmelo Gómez. Tío, das miedo.
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