Ron Howard tiene fama de ser un cineasta correctito. Como dice un gran amigo, es "el Spielberg de Mercadona" -marca Hacendado de la industria cinematográfica hollywoodiense-.
Lo cierto es que acumula ya unos cuantos títulos muy notables (Willow, The paper, Apolo 13, Cinderella man, Frost contra Nixon, Rush), junto a bastantes títilos resultones (Splash, Cocoon, Desapariciones, EdTV, Rescate), mediocridades que lo disimulan (El Grinch, El corazón del mar, Han Solo) y varios bajonazos muy evidentes que huelen a lucrativos (Dan Brown adaptations).
No es mal balance. Un poco Hacendado, sí, pero no malo. Vamos, exactamente como la marca blanca del Mercadona.
Esta de Trece vidas está entre las notables y las resultonas del director. Es de agradecer que vaya al grano, sin meterse en jardines vitales ni psicológicos de tailandeses ni británicos. Hay unos niños atrapados en una cueva, unos espeleólogos submarinos, un ramillete de padres muertos de miedo, prensa, políticos, ejército y voluntarios haciendo lo que pueden (mentir en ruedas de prensa, bendecir amuletos, desviar agua, sacrificar cosechas...)
La historia es la de los 33 de Chile, pero con monzón y siendo trece. Trece vidas de trece críos incapaces de salir buceando de allí.
Howard lo cuenta todo con una claridad fastuosa. No sé cómo diablos filma dentro de la cueva, pero le sale bien. Evidentemente, los protagonistas son los personajes anglosajones. Tailandia no ha hecho su propia película. Suele pasar. Allí no hay Mercadona.