La conocí en
Barcelona, la misma noche que a Marsé. Era una fiestera perfecta, guapa,
desenvuelta y brillante. Luego volvimos a coincidir en la presentación de uno
de los últimos Carvalho, El premio de Vázquez Montalbán.
Me
reconoció, hizo las presentaciones y reímos un rato. Sabía estar con los
grandes, incluso compartirlos con espontaneidad desarmante. No tardó ella misma
en alcanzar cotas de talento literario altísimas.
A partir de
entonces, nos encontramos en sucesivas Ferias del Libro. En casi todas me
firmaba ella, haciendo bromas sobre el paso del tiempo ("para Fernando que
ha ganado un bigote y ha perdido el aspecto de buen chico"), o sobre el
momento en el que fuese yo quien le firmase un libro.
Finalmente,
una vez me vio dentro de una caseta. Había terminado su turno, pero se acercó,
cogió un ejemplar de Circo de Fieras y pidió que se lo
firmara. Me conmovió aquello, como demostración de que no sólo gastaba buena memoria,
sino que era fiel a ella.
En fin, la
Grandes me caía muy bien, además de todo lo que leí y disfruté de su obra. Su
fallecimiento es una gran pérdida para nuestras letras y un pellizco de pena
personal.
Buen viaje
Almudena, ya tengo el bigote prácticamente blanco.
Quien se pase por este blog de forma relativamente habitual, sabrá lo que eso significa.
Para quien no: la producción y puesta en escena son solventísimas, en línea con lo ya dicho hace unos días. Hollywood podría subcontratarlo todo en España y con caras suyas en el cartel no se notaría ni miaja, pero el margen de beneficios sería mayor porque las mismas películas le saldrían mucho más baratas de fabricar.
El guión es pura fórmula, en línea plataforma de masas. Asume todas las licencias en inverosimilitud del género atraco siglo XXI (lo que facilita anticipar cuanto irá sucediendo); los personajes son completamente planos, ni siquiera se trabajan el cliché; Tosar podría ser Juan Martínez o Manolo López, Coronado no ha hecho un rol más fácil en su vida (rictus único), el chico bilingüe no tiene un solo doblez, la moza ni una sola arista, el hacker aporta la gorra hacia atrás, Cunning la barba ... así.
Con todo, tiene ritmillo, entiendes razonablemente lo que van inventando para llegar a la cámara acorazada y para salir de ella e Iniesta marca el gol de nuestra vida. Creo que ese balonazo es el mejor plano de la película, casi el único de verdad vibrante.
Ayer cogí los dos iconos maculinos más longevos del cine francés y me monté un programa doble Delon - Belmondo. Me faltó Borsalino, en la que comparten plano y cine de alto voltaje. Lástima.
Empecemos por el experto en policíacos "polares".
La última colaboración de Melville y Delon incluye a la Deneuve en un papel de femme fatale que le va como un guante de látex a una enfermera (jeje).
Hablamos de un desolado drama criminal, en el que los atracos son lo de menos (esa maqueta de juguete con tren y helicóptero, menudo cuajo el del gran Melville), y lo que importa es la soledad: la del comisario, la de su ayudante, la de los matrimonios que se mienten, la del tipo que agoniza, la del soplón travesti... Todo impregnando ese sin fin delictivo que atenaza a un policía audaz, y enamorado para nada.
Qué bien estaba Delon, silencioso y glacial; qué bien escogida la glacial Deneuve para darle la réplica.
Los atracadores pasan por allí, atracan, disparan, mueren. Tanto da, porque suena el teléfono del coche patrulla y el comisario tiene otro negro caso que atender, mientras su amor escapa en todos los sentidos.
¡Ay, ese noir francés...!
Y ahora, el otro tipo, igualmente valeroso pero desde la pura alegría de vivir.
Belmondo da un perfil distinto, vitalista, pícaro, expeditivo con gracia.
Hay que tener mucho talento para hacerte tragar la peripecia de un soldado de permiso que va tras su raptada novieta Françoise Dorléac, que sube a un avión por la cara, vagabundea en Río de Janeiro, consigue dar con Françoise, hace amigos callejeros, pilota, pelea, cuenta chistes, se bate como Tarzán en plena selva. Todo con la ligereza magnética de un buen bailarín.
Le sirve lo mismo el uniforme de recluta, el de civil corriente, la chaqueta blanco hueso con pajarita de fiestas distinguidas o una camisa a cuadros prestada por un cazador de caimanes. Puede correr en moto por París, hacer equilibros sobre tablones de obra brasileña, caminar por los alfeizares, huir por terraplenes, engatusar viejas, lustrar zapatos, fumar puros, robar prismáticos o declararse culpable ante el primer policía que le pone atención.
Belmondo se mimetiza con la aventura en cualquier ambiente, sin necesidad de exhibiciones gimnásticas a lo Bond, Bourne o Hunt, que dicho sea de paso no tienen demasiada gracia (el humor de sus peliculas suele recaer en algún escudero circustancial o fijo).
En fin, que la fórmula parece tan poco francesa que me sorprende no hayan comprado ya los derechos para un remake. Aunque también me alegra. No se puede emular a Belmondo.
Vuelve del 25 de Noviembre al 3 de Diciembre uno de esos Festivales que se hacen querer, en una ciudad que ya sólo tiene un espacio multisala para disfrutar del cine en pantalla grande.
El tesón de un pequeño ejército comandado por David Garrido Bazán y Ángel Briz monta un pequeño milagro desde hace dieciseis ediciones, con unos o con otros, con pandemia o sin ella.
Y con una selección de películas y actividades que mantiene viva y fuerte la llama cinéfila de un ciudad mágica:
SECCIÓN OFICIAL:
PELÍCULA DE CLAUSURA:
CINE Y ESCUELA:
Online:
Las vidas de Marona - Supa Modo - The Breadwinner - Dating Amber
Presencial:
PREMIOS MIRADAS:
Que este año se otorgan a
Jesús Ponce y a Proyecfilm
Y por ir acabando, que voy a consultar mi agenda: Gracias por resistir
Alguna vez en este mismo blog me he preguntado por qué Hollywood no echa el cerrojo a los rodajes locales (aunque ya ha ampliado notablemente su ámbito industrial de actuación con Canadá). Mejor traerse todas las súper-producciones a España. Bueno, las súper-producciones, los films estándar, la serie B, las series de tv... En cualquier categoría le iban a salir igual de resultonas por diez veces menos costo (Los Otros o Lo imposible, por citar dos de las obvias).
No me refiero a que vuelvan las epopeyas almerienses, con Spielberg o su equivalente milenial a los mandos. No hace falta, aquí los directores te hacen las mismas cabriolas sin pagarles un caché desproporcionado.
Tampoco tenemos ningún remordimiento en rodarlo todo en inglés, con cabezas de cartel nativas (el star system de allí hay que mantenerlo y engordarlo) y reparto de relleno nuestro, una plantilla básica que pronuncie inglés razonablemente. Caso de que algún actor contratado no lo clave, nos valdría como habitante natural de cualquier escenario exótico que la película pretenda meter en su argumento (para el caso Italia, Grecia, México, La India, Madagascar o el Turkistán).
Al fin y al cabo, USA ha deslocalizado tantas industrias que bien podría aplicar la codicia extrema también a ésta.
Pero a fuerza de clics he comprendido que no le hace falta, puesto que lo que aquí se produce por propia iniciativa con dinero (quizá hasta de ellos), se ve tan similar a lo suyo que es tontería encargar más de lo mismo a quien ya lo tiene por norma y con sumo gusto.
Desde que Amenábar consiguió que nos creyésemos un asesino en serie en una universidad madrileña, no hemos parado de perfeccionar la fórmula, arrumbando la realidad española al rincón culpable de las comedias cañís.
Volviendo al seguidisimo: primero fueron las versiones en español de películas de habla inglesa, repitiendo las escenas con el reparto alternativo y en el mismo set de estudio californiano. De eso hace casi 100 años y ahora lo vemos como arqueología. Aunque lo que sucede hoy se le parece mucho: historias completamente despersonalizadas (o con personalidad postiza), se ponen en marcha con actores que las hagan creíbles en el idioma del país que acoge su emisión primera.
Mismas clandestinidades, roles, gadgets, tópicos ("empieza el baile", joder, ¿¡¿en serio?!?), mismas concesiones a la tendencia dominante (beso de pareja juvenil lésbica), y así hasta parir un producto genuinamente plataformero, el nuevo territorio audiovisual de patrón gringo.
Por último, sí triunfa en clics, sacamos pecho por el talentazo que desborda España.
Extrañas corrientes cinéfilas han arrastrado hasta la orilla de lo reseñable a esta película producida para Amazon, que coincide en su estreno de plataforma con la también medieval (pero de salas), conocida como El último duelo. Sólo que aquí hablamos de ensoñación, fábula y leyendas artúricas, mientras que en la de Scott se tratan asuntos de mugrienta prosa y armaduras abollables.
Dev Patel es el protagonista, un actor chocantemente longevo y versátil teniendo en cuenta la tendencia al encasillamiento de la industria en la que trabaja y lo racial que él luce. Con todo y eso, aquí encarna a Sir Gawain, sobrino disoluto del rey Arturo, que inesperadamente aborda una misión suicida para apuntalar una reputación heróica de la cual carece.
A partir de ahí, se despliega en pantalla el talento visual del director David Lowery, elevado a los altares por un largo anterior (A ghost story). A mi juicio, Lowery es rehén de ese talento. La belleza plástica de las imágenes le impide renunciar a las escenas innecesariamente alargadas y este estiramiento se produce de manera muy significativa en las que menos enjundia tienen, por lo que el ritmo se resiente cada diez minutos.
Es lástima, pues la película rebosa hallazgos y tiene una interesantísima historia que contar con un final muy pensado.
Merece verse, en cualquier caso, a la cinéfila manera: sobreponiéndose a los ratos "castaña", gozando con los encuadres más afortunados y levitando en los geniales. Si lo haces en soledad (lo cual te aconsejo), saldrás indemne. Si enrolas a alguna persona "no iniciada", rodará tu cabeza.
Ridley Scott sigue imparable pese a la edad, con ésta recién estrenada y otra sobre el imperio GUCCI anunciándose. 83 añitos tiene ya el pelirrojo. Hollywood tal y como lo hemos conocido (y visto declinar), vive de media docena de ancianos listos como el hambre y buenos cineastas: Scorsese, Allen, Eastwood, Spielberg o Scott no parecen tener relevo. Cameron, algo más joven, está demasiado cerca de la filosofía marvelita y "gamer" que lo ha emponzoñado todo.
No es que los espectáculos de poder y apocalípsis se hayan convertido en un género exitoso dentro de la industria, es que se han convertido en la industria misma, casi en su totalidad. Apenas unos cuantos talentosos cincuentones siguen tras la estela de las viejas glorias, haciendo cine sin chroma, sobre seres humanos corrientes que habitan el planeta Tierra. Los demás ruedan o ambicionan su propia saga a tope de power.
Así que aquí hasta el título de El último duelo suena premonitorio. Pero ni siquiera Scott y su talento pueden sobreponerse a los guiones irregulares que corren por los despachos. Éste tiene pinta de haberse vendido especialmente como el regreso de la pareja Dammon-Affleck a la tecla, con el plus de ese discurso, cansino de tan dominante, en el que la mujer atesora todo el talento y sufre todas las vejaciones, mientras los machos de la manada topetean sin ton ni son. Lo del rey papanatas y sadiquito es un estándar que asentó Juego de Tronos con Lannister jovenzuelo y hasta hoy.
En fin, que muy bien las batallas, el duelo final, las fortalezas, los fríos, las mugres y los ropajes. Todo eso, en manos del maestro de las super-producciones de época va como un tiro. Pero no tanto las reiteraciones en la puesta en escena, el punto de vista del segundo personaje (mezcla poco convincente de los otros dos) y varios deslices de guión indignos de este presupuesto: Un testimonio evidentísimo que no se solicita en el juicio y un cambio de foco en el terreno de la culpa que carece de justificación y la mujer no rechaza, con lo fácil que resultaría.
Por no hablar de la innecesaria aclaración de cual de las tres versiones de los hechos es la verdadera. Con todo, dirige Scott, así que es entretenidísima. Y la mujer queda liberada de mastuerzos. Misión cumplida.
Fernando Marañón nació en Madrid en 1968 y se dedica profesionalmente a la comunicación como director creativo de agencia. Es además dibujante, articulista y crítico en revistas de cine, literatura, misterio y tendencias. También es autor de ficción.
En 2004 publica la obra CIRCO DE FIERAS en la colección Nistagmus y, en 2006, saca con Nowtilus el ensayo ilustrado TIENE DELITO. En 2010 reedita en Aache Ediciones la versión ampliada y definitiva de CIRCO DE FIERAS. En 2017 publicó la novela GILDA EN LOS ANDES, con la Editorial Berenice. De su producción pictórica, el cuadro más significativo es su tríptico literario "Ladrones de tinta". Ha expuesto obra gráfica en distintas ciudades españolas y en Moscú. Como guionista, ganó (con Quique Guerrero) el 1er premio nacional de móvil-cómic, y trabajó en los cortometrajes de Gaby Lütz titulados "Europeos" y "Rufus" (Minority Films). Ha participado durante ocho años en programas de Cadena SER como comentarista de Cine, en 7 días de Telemadrid, en el programa Dealucine de Canal Extremadura Radio y en Aquí en la Onda Madrid, de Onda Cero.
Ahora trabaja en la saga literaria BERNAL DEL NUEVO MUNDO. Vamos, que se lo pasa bien.