viernes, 28 de octubre de 2016
Pecados veniales
Desde la última que hiciste adaptando a Dan Brown has estrenado dos excelentes, dos buenas, tres correctas, una rara y otra regulera.
Así que te perdono, Tom.
jueves, 27 de octubre de 2016
Tarde para la ira
Un solitario en busca de venganza,
un barrio y su bar, un exconvicto con pocas -pero firmes- lealtades y menos suerte, una mujer
a la deriva, una cacería lenta e implacable, una sorpresa inesperada.
El cine hecho por actores a veces
tiene estas cosas: Concreción, sencillez, contundencia. Y lucimiento de
intérpretes, claro. Antonio de la Torre está soberbio (aunque necesita un papel
amable con algo de diálogo cuanto antes), Manolo Solo tiene un papel breve pero
agradecido, de gran actor. Los otros que están metidos en el lío funcionan como
suizos. Y cómo está Luis Callejo, hubiera merecido una escena más, la única que
le falta a un sólido guión. Ellas (Ruth Díaz y Alicia Rubio), ponen un
contrapunto muy medido, con habilidad interpretativa digna de elogio.
Para
todos ellos lucen los ambientes, milimetrados, y la música puntual. Ésta encaja
sin subrayarse y eso que con la música, en una historia así, Arévalo hubiera
podido caer fácilmente en la trampa. Pero ha preferido el sonido limpio,
convencido de que no por eso queda una narración más árida, otro acierto.
Y luego está la cámara, dónde un
director novel se lo juega todo. Bien por Arévalo y su textura granulada.
Travellings solventes, cargados de electricidad, un primer plano secuencia para
enmarcar, movilidad suficiente en los interiores, la carretera, los pueblos, el
campo.
La muerte rodada de forma explícita o fuera del encuadre, en el orden
idóneo, para que sepamos que todas son igual de terribles sin poner a prueba
nuestro nivel de tolerancia a la sangre.
Raúl Arévalo ha debutado con una
película seca y ajustada, a su modo pudorosa, que no le queda redonda por muy
poco. De lo mejor que he visto últimamente.
miércoles, 26 de octubre de 2016
La próxima piel
La próxima piel es la mejor película de Isaki Lacuesta de las que llevo vistas. Quizá es la co-dirección lo que le sienta bien. O los Pirineos o su reparto a juego. O el guión, medido y coherente de principio a fin.
Sea lo que sea, el resultado es una película intrigante en todo momento, aún si intuyes el último secreto. Porque las realmente buenas son las que te mantienen en vilo independientemente de que el desenlace coincida o no con lo que imaginas. Importa más saber cuándo y por qué mienten los personajes, qué ocultan, cuándo y cómo lo desvelarán, qué supondrá para ellos.
Hay muchas formas de contar putadas vitales y patinar haciéndolo, pero ésta es de las logradas.
Sólo le falta a la película ser francesa.
martes, 18 de octubre de 2016
Alfred Hitchcock returns
Hitchcock está de nuevo en Madrid, ganando batallas después de muerto.
El Espacio Fundación Telefónica le ha montado una
espectacular exposición, como antes hiciera Caixa Forum con Fellini y con
Méliès (Buñuel sigue en espera).
La muestra tiene mucha pantalla grande con fragmentos de su
cine (concentración de mirones frente al asesinato de la ducha) y algunos
materiales de alto voltaje sobre sus trucos técnicos, su relación con la moda,
el juego de personajes de barrio en La ventana indiscreta o las obsesiones
femeninas del británico.
Había algún padre con niños haciendo pedagogía (bien por
él). Las mías paseaban por allí con la suficiencia de quien ha visto Rebeca,
Vértigo, Con la muerte en los talones, Psicosis, El hombre que sabía demasiado, Encadenados, Atrapa a un ladrón, Sospecha, La ventana indiscreta, Crimen perfecto, La soga y muchas más del maestro Alfred.
Momentazo para la diversión: dejarse atacar por los pájaros.
No os la perdáis.
martes, 11 de octubre de 2016
Andrzej Wajda
Ayer me enteré de que ha muerto a los 90 años el cineasta más veterano y
reconocido de Polonia, el gran Andrzej Wajda. Vi suyas Cenizas y diamantes (1958),
El
amor a los 20 años, (1962, rodada con Truffaut, Shintarô Ishihara, Renzo
Rossellini y Marcel Ophüls), Paisaje después de la batalla (1970),
La
Tierra prometida, (1974), La línea de sombras (1976), Danton
(1981), Un amor en Alemania (1983) y Katyn (2007). Sólo con éstas ya puede considerarse un director de cine europeo imprescindible. Tiene muchas más con fama de importantes películas, a mil años luz de
las cositas que nos escupen por todas las televisiones en abierto.
En otros tiempos, la 2 de TVE nos hubiera montado un ciclo apabullante del polaco. No caerá ya esa breva, Andrzej.
lunes, 10 de octubre de 2016
Un monstruo viene a verme
Bayona tiene pulso para abordar cualquier empresa. Esta vez, con el componente anglosajón bien justificado, porque una combinación de drama y fantasía semejante, traída al cine español, correría serios riesgos de caer en lo risible.
Bayona ha mamado de Spielberg y de Scott, aunque no todo le sale como a ellos en los buenos tiempos, pero sí bastante mejor que en los malos. Vamos, que es brillante, maneja la emoción con habilidad, mantiene la intriga hasta de lo que apenas la tiene, es un realizador nacido para narrar en pantalla grande.
Dicho todo esto, las películas de Bayona con gran presupuesto para lo que aquí se estila (las dos últimas), se convierten en fenómenos cinematográficos por eso mismo: porque su presupuesto es veinte veces superior a la media y la maquinaria de Telecinco las publicita para recuperar la pasta como si fuesen un estreno de Marvel.
Están muy bien hechas, no se me malentienda, y me parece un milagro que Bayona no haya sido fagocitado por Hollywood después de hacer Lo imposible. Aunque tengo entendido que lo próximo que rodará es Jurassic World 2. Vamos, que échale un galgo.
Un monstruo viene a verme es una película extraña y desigual que sus productores le han permitido porque es el único “Midas” que tenemos, desde que Amenábar perdió punch y Almodóvar reduce su número de espectadores película a película, entrevista a entrevista, desaire a desaire.
La película de Bayona es al mismo tiempo emotiva y calculadora, original y didáctica, terrorífica y ñoña, arriesgada y complaciente. Algunas de las claves –como el doble papel de Liam Neeson en el argumento- se pierden con el doblaje, pero apenas importa a la hora del nudo en la garganta.
Al fin, el resultado te tocará o no, con mayor o menor profundidad, según tengas ese día el cuerpo. Es lo que suele pasar cuando vienen a vernos nuestros monstruos.
viernes, 7 de octubre de 2016
martes, 4 de octubre de 2016
En el corazón del mar
Me la perdí en su estreno y no
fue grave. Soy consciente de que ver esta película en la pantalla de respaldo
de un avión no es la manera idónea, pero otras he visto así pensadas para el
formato más espectacular que se tenga a mano y no me han causado una impresión
tan blanda.
La recreación de época y aventura
marinera es, por descontado, impecable en la dirección artística y demás
técnicas asociadas. El arranque promete, el texto no es malo tal cual está
(aunque unas gotas de humor le habrían sentado divinamente), y el reparto (salvo
el actor que hace de Melville, falto de empaque), es muy solvente. Todo suena
bien, en fin, sabiendo que el cetáceo va a ponerse bravo llegado el momento.
Pero hasta el cachalote en manos
de Ron Howard resulta monótono y por
momentos cansino. Lo que ya se ha visto no se cuenta mejor, lo nuevo es plano
como el agua calma. Ayer leí una frase del Variety que resume mis sensaciones
mejor de lo que yo las escribiría ahora con el jet lag a cuestas: “genera menos
suspense, terror y asombro de lo que lograba Tiburón en un solo monólogo
de Robert Shaw”.
Pues eso.
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