sábado, 5 de abril de 2014

Noé



Un principio grimosito (esa tipografía...), así como un neomedievo, con un inmediato tufillo a La carretera, pero sin lata de Coca Cola para nadie. Luego, una ligera remontada entre premoniciones sombrías y lecciones hinduistas algo forzadas sobre las flores y el consumo de carne en según qué casos.

Y, de pronto, los comerrocas. O transformers petrificados. O Ents en versión neolítico, que no lo dejan muy claro para no resquebrajar nuestra fe en el "entertainment". Porque además, luego los gigantes tienen alma de Campanilla y tal. No los busquéis en google: No han tenido huevos de poner sus fotos. Y perdonadme el tono, es que no se sufren dos horas y cuarto como éstas todos los días.

 Entre la absurda necesidad de engordar el entorno de violencia social a lo Mad Max (sólo falta la cúpula del trueno); el uso sibilino de las frases más célebres del Génesis (ese malvado seduciendo al mediano de los muchachos de Noé, a punto de decir "únete a mí y dominaremos la galaxia"); la extraña deriva de las pelambres o rapados que van atizándole a Russell (a partir de la tercera la cosa directamente mueve a risa); la planta de chulazo de catálogo que gasta su hijo mayor y la papeleta de su novia "Hermione Potter"; la austeridad aramea que le han endosado a la Connelly; la obsesión de Matusalén-Hopkins por las frutas del bosque mientras pega un par de pases a lo Gandalf... En fin, entre tanto desmierde, que diría un buen amigo, asoman varios fogonazos de rara e inteligente intensidad y la sospecha de que la historia bíblica sin aderezos funcionaría infinitamente mejor.

Resumiendo: el Creador se ha vengado en nosotros a través de Aronofsky por caer en la tentación pecaminosa del marketing.

En cuanto a lo de la camisa de serpiente, es asunto que pide una segunda parte. Nuestros muchos pecados no se merecen menos.



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