Lo más hermoso de la búsqueda no suele ser el hallazgo, sino el camino que nos conduce hasta él. Sin este espíritu claro y con la excitación propia del viaje rebosando en el corazón nos lanzamos a investigar la misteriosa isla del Etna, la mítica Sicilia.
Taormina, la empinada villa que duerme bajo un teatro griego, nos acogió con su calidez mediterránea. Allí fuimos tentados por manjares como el contundente Arancini o el cinematográfico Cannoli. Sus grasas saturadas, sus sabores perennes y olores de fábula quisieron frenar nuestra búsqueda, alejarnos del vellocino de oro, que no era otro que la iglesia, verdadero santuario para nosotros, donde Apolonia y Michael Corleone se prometieron en la ficción amor eterno.
Penetramos hasta el final del pueblo, empujados por las miradas amenazantes que don Vito nos regalaba desde las camisetas que se exhibían en las tiendas de souvenirs, y allí encontramos el espejismo de nuestro objetivo. Acodada sobre un mirador al mar, una pequeña iglesia nos devolvía a la magia del cine. Las dudas sobre su autenticidad se desvanecieron en el humo de los artificios fílmicos.
Sintiéndonos como James Stewart modelando a su Madeleine particular, hicimos de directores dioses, recreando caprichosos la escena elegida. Dimos vida a los personajes, construimos castillos sobre la nebulosa de nuestros recuerdos y nos dejamos llevar por la ilusión. Obviamos la realidad y, por un momento, nos sentimos felices, satisfechos y eternos, hasta que llegó la hora de la despedida. Al despertar de regreso a casa comprobamos que todo fue una ensoñación, que Coppola nunca rodó en aquel lugar y que nosotros, sin quererlo y con permiso de Michel Gondry, habíamos rebobinado nuestra propia película.
Juan Laborda
NOTA: El pueblo donde se rodó el romance de Michael y Apolonia, boda incluida, es el de Savoca, a pocos kilómetros de Taormina y la iglesia de la que salen recién casados es la de San Nicola De Bari.
Ohhhhhh!!! Con la ilusión que vivimos aquel momento... Aunque aquella pequeña iglesia no fuera la filmada por Coppola,nos permitió pasar un agradable rato de conversación cinematográfica entre amigos, alternado con formidables bocados a algún que otro cannoli que por allí andaba despistado...
ResponderEliminar¡Qué bonito, Juan! Como siempre. Tienes el poder de llevarnos a lo que nos escribes y dejarnos allí con una sonrisa puesta, ....uhmm, qué bueno
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