Cine para el último día del fin de semana largo. Cine de tarde en festivo y en el pase de máxima audiencia. Sala grande de multisala madrileña, película española y aforo a rebosar. Un público informado por los medios más que por los soportes de publicidad al uso, se ha reunido allí en masa intuyendo que lo que va a ver merece el precio de la entrada y el goce de estar en la primera oleada de espectadores para decir a sus compañeros de trabajo “yo ya la he visto”.
En fin, algo poco común, que parece el principio de uno de esos artículos en los que el columnista pone en pie una ficción deseable para ironizar sobre lo que la terca realidad nos depara.
Pero la realidad es ésta: Celda 211 era la película más demandada del lunes 10 de noviembre en multitud de salas de Madrid y del domingo 9 en el resto de España.
Volvamos al lugar de los hechos de los que fui testigo. Rumor de butacas donde todo el mundo anticipa dos horas de espectáculo cinematográfico de calidad. Proyectan un par de trailers (les dedicaremos post aparte) y las luces se apagan completamente para que empiece la película de Monzón. Pantalla en negro y aparición de logotipos de la cadena de televisión metida en el ajo y de las productoras implicadas. Logos de televisiones o canales que han comprado los derechos de emisión y el sector privado termina su desfile en créditos. Ya han sido muchos logos, pero aún faltan los institucionales, Ministerio, Comunidades, Juntas, Diputaciones… Con ello, el listado se prolonga hasta generar (en un público que ha acudido sin escepticismo) una risa generalizada y un poco cruel.
Después, la película arranca con una escena terrible que corta el aliento y pone las cosas en su sitio. La promesa de buen cine se cumple con creces. Nadie al levantarse recuerda cómo empezó todo, sino el excelente sabor que le ha dejado la película que acaba de ver.
Pero esas risas… Algo va mal aquí aunque la industria se revuelva como un tigre cuando se le nombran algunas de sus fuentes de financiación. No voy a entrar ahora en lo pertinente o no del actual sistema de subvenciones. Pero que el apoyo institucional genere ya cierto pitorreo debería suponer un motivo de reflexión para los profesionales del ramo. Convendría identificar –y reconocer- dónde y de qué está presa la marca “cine español”
En fin, algo poco común, que parece el principio de uno de esos artículos en los que el columnista pone en pie una ficción deseable para ironizar sobre lo que la terca realidad nos depara.
Pero la realidad es ésta: Celda 211 era la película más demandada del lunes 10 de noviembre en multitud de salas de Madrid y del domingo 9 en el resto de España.
Volvamos al lugar de los hechos de los que fui testigo. Rumor de butacas donde todo el mundo anticipa dos horas de espectáculo cinematográfico de calidad. Proyectan un par de trailers (les dedicaremos post aparte) y las luces se apagan completamente para que empiece la película de Monzón. Pantalla en negro y aparición de logotipos de la cadena de televisión metida en el ajo y de las productoras implicadas. Logos de televisiones o canales que han comprado los derechos de emisión y el sector privado termina su desfile en créditos. Ya han sido muchos logos, pero aún faltan los institucionales, Ministerio, Comunidades, Juntas, Diputaciones… Con ello, el listado se prolonga hasta generar (en un público que ha acudido sin escepticismo) una risa generalizada y un poco cruel.
Después, la película arranca con una escena terrible que corta el aliento y pone las cosas en su sitio. La promesa de buen cine se cumple con creces. Nadie al levantarse recuerda cómo empezó todo, sino el excelente sabor que le ha dejado la película que acaba de ver.
Pero esas risas… Algo va mal aquí aunque la industria se revuelva como un tigre cuando se le nombran algunas de sus fuentes de financiación. No voy a entrar ahora en lo pertinente o no del actual sistema de subvenciones. Pero que el apoyo institucional genere ya cierto pitorreo debería suponer un motivo de reflexión para los profesionales del ramo. Convendría identificar –y reconocer- dónde y de qué está presa la marca “cine español”
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