Ayer vi el remake de Rebecca made in Netflix.
Seré breve: ¡Qué necesidad!
(De hacerlo, de verlo...)
CINE ESPAÑOL VERSUS CINE DE HOLLYWOOD
Aaron Sorkin es uno de los mejores guionistas vivos y lo sabe. Como
director del film, le basta con ser solvente, porque los actores de
Hollywood más capaces matan por dialogar lo que escribe, sea en serie, película o
Netflix-producto, que ya no es exactamente ni una cosa ni la otra, pero que de
momento paga mejor.
Una trama judicial, con abuso nixoniano y discurso ultrademócrata es el material perfecto para Aaron, que despliega todo su talento en parlamentos, réplicas y contrarréplicas fulgurantes, aunque las razones del enemigo sean desde el primer fotograma cristalinas, básicas y envenenadas. La sutileza queda para las diferentes maneras planteadas de vivir la revolución sesentera anti-vietnam: eres “antisistema simpaticón” o “sistémico soso” es hoy la pregunta más digerible, en vez de “aristotélico” o “platónico”.
¡Ay, aquellos tiempos en los que las mentiras desenmascaradas de los poderosos tenían un alto precio…! Tiempos en los que un periodista popular era capaz de acorralar a un zorro como Nixon.
Éste ya estaba fuera de la Casa Blanca, cuando venía a confesar ante Frost y la audiencia lo más intolerable de su caso: Pensar que algo deja de ser censurable o punible porque lo hace el presidente, o sea, él.
El desafío: Frost contra Nixon redescubre que, ya por los 70, había políticos así. También que, allá por los 70, había periodistas así. Memoria histórica, se podría llamar.
La recomiendo.