La ferocidad que puede presidir el mundo laboral en pos de
resultados más competitivos es un buen barro dramático en los tiempos que
corren. Si a eso le sumamos unos cuantos suicidios en el mismo centro de
trabajo, que obligan a una investigación interna asignada a una
dura ejecutiva con las trazas de Maribel Verdú, la cosa gana en
interés y posibilidades.
Su ir y venir de un despacho a otro, salas de reuniones,
sótano o azotea, componen esta jornada fría y desagradable en la que la coraza
de la investigadora va desprendiéndose a medida que profundiza en las prácticas
de la empresa para optimizar el rendimiento. El director debutante David
Canóvas se mueve con fluidez por los escenarios impersonales de los
parques de negocios y su reparto aprovecha unos diálogos corrosivos para
secundar estupendamente a Maribel y mantener el interés durante toda la película.
Lo malo es que en ella no pasa nada muy diferente a lo que
está planteado desde el inicio, no hay apenas sorpresas y el discurso acaba
ciñéndose a los lugares comunes. En esos lugares, bien trascendidos, estaba el
verdadero filón de la película, pero los guionistas se obligan a buscar algún
puteo excepcionalmente sangrante que redondee la maldad de los de arriba. Ese
recurso-concesión devalúa el impacto de una realidad simple y actualísima que
se bastaba por sí sola: rendir a cualquier precio es poco sano.
Pero quizá el espectador no quiere mirarse en la pantalla
como en un espejo y en el cine prefiere las villanías evidentes y las revanchas
justicieras. Aunque ambas cosas sean solo la punta de un iceberg.
"...la maldad de los de arriba". Casi siempre en el cine español esas ganas de subrayarlo todo y de tratarnos como a niños...
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