El joven estadounidense aspirante a escritor y la hermosa y desinhibida francesita sin vocaciones claras se conocieron en un tren hacia Viena hace 20 años y decidieron bajarse allí, a ver qué tal.
Charlaron mucho y se obligaron a dejar la relación reducida a ese único día, aunque ya se sabe que las reglas que nos marcamos nosotros mismos están para saltárselas llegado el caso y, en el último momento, enamorados como nunca antes, decidieron emplazarse para seis meses más tarde en el mismo lugar. Pero aquel encuentro no se produjo.
Pasaron diez años hasta que se reencontraron en París, mientras él presentaba la versión novelesca de aquel primer encuentro demasiado lejano, para comprobar conversando que el tiempo no pasa entre las personas que de verdad se quieren. O lo que es lo mismo, probablemente Jesse perdió su avión de regreso a Estados Unidos.
Y ahora están en Grecia. Llevan diez años juntos, porque, en efecto, él perdió aquel avión. Aunque le costase el divorcio y, desde ese momento, una difícil combinación vital para con el hijo de su primer matrimonio, al que en la primera secuencia despide en un pequeño aeropuerto, al final de este verano compartido en la costa del Peloponeso.
Todo lo demás hay que verlo y escucharlo.
El imponente plano secuencia en el coche, donde dos personas que ya se conocen demasiado o, simplemente, acusan el desgaste propio de la edad y de las circunstancias compartidas desde que no tenemos noticias de ellos, se van sincerando sobre sus preocupaciones y sus divergencias.
La estancia en la villa del viejo escritor que les ha acogido durante esos días mediterráneos, maravillosa la antesala de unos y de otras al almuerzo que se disponen a disfrutar al aire libre, en el que la conversación da auténtica envidia (¡hace cuánto tiempo que no se puede mantener en un almuerzo una conversación así...!). La vida, el azar, la importancia de quererse de uno u otro modo, el compromiso y a veces injerencia de las mujeres con su círculo afectivo, la tendencia de los hombres a mirarnos la polla antes de juzgar cómo está lo demás...
La estancia en la villa del viejo escritor que les ha acogido durante esos días mediterráneos, maravillosa la antesala de unos y de otras al almuerzo que se disponen a disfrutar al aire libre, en el que la conversación da auténtica envidia (¡hace cuánto tiempo que no se puede mantener en un almuerzo una conversación así...!). La vida, el azar, la importancia de quererse de uno u otro modo, el compromiso y a veces injerencia de las mujeres con su círculo afectivo, la tendencia de los hombres a mirarnos la polla antes de juzgar cómo está lo demás...
Y una invitación. Un regalo que hay que aceptar a regañadientes, para pasar la noche solos por fin, y que pone a los protagonistas a hacer aquello que les enamoró del otro y que nos enamoró de ellos: caminar y hablar de lo que sienten, prefieren o temen.
Han tardado diez años y una hora larga de película en volverlo a hacer, pero no importa, porque todo lo visto hasta el momento y su encantador paseo por el campo griego salpicado de ruinas, nos prepara sutilmente para lo que se avecina en una sencilla habitación de hotel, antes y después de una inocente conversación telefónica.
Quien haya seguido los asaltos vividos por esta pareja entrañable o, simplemente, tenga la edad adecuada, volverá a pasmarse ante la capacidad del guión (y de ellos interpretándolo), para meter el dedo en cada llaga de las relaciones amorosas, en una montaña rusa tan divertida como aterradora. Hawke es nosotros y Delpy ellas hasta un punto que da miedo y esperanza a la vez.
Una elipsis perfecta nos saca de allí. No está rodado, pero me imagino a Jesse solo, mirándose la polla por un momento y decidiendo que va a salir en busca de esa mujer en cuyo interior desea estar, pase lo que pase, el resto de su vida.
Se ha hecho de noche en Grecia. Aún queda tiempo para un último juego a dos voces frente al mar que ponga las cosas en su sitio. Quizá el encanto se rompa dos minutos después de que salgan los créditos. Quizá les dure, nos dure, durante los próximos diez años.
Bueno, vamos haciendo los deberes, bien, bien
ResponderEliminarme encantan estos dos, he crecido a la vez que ellos
ResponderEliminarse les rompió el amor de tanto usarlo?
He visto el trailer.
ResponderEliminarRecuerdo que en la primera, los dos estaban guapos, en la segunda, ella seguía guapa y él estaba hecho cisco, y ahora ella parece hecha cisco y él vuelve a estar guapo
Has resumido la historia de mi vida
EliminarMe ha gustado mucho esta nueva entrega. La sencillez genial de algunas soluciones, como la del coche con cuatro pasajeros, en la que solo hablan ellos gracias a una idea fácil y realista que además permite redondear la secuencia con un buen gag (la manzana).
ResponderEliminarY toda la parte del hotel es para enmarcar.