Si me comunico con un radioaficionado alemán, me parece un espía.
Si escucho megafonía en el patio de un colegio, me parece el patio de una cárcel del Medio Oeste.
Si oigo un coro infantil cantando en inglés evoco los cuervos de Hitchcock concetrándose en los columpios para el próximo ataque.
Si ayudo a subir un cochecito de niño por las escaleras de una estación, me siento como Eliot Ness.
Si escucho a un político español me parece vivir en una película de Berlanga.
Verdades como puños...si un desconocido te habla en la calle piensas que te van a proponer un asesinato en un tren, cuando te desquicias en los atascos piensas en Michael Douglas en Un día de furia, el neoburlesque te lleva a las pelis de Fuller (donde siempre hay un pedazo de mujer que se medio despelota cantando en un escenario)...
ResponderEliminarJuan: ¡¿dónde te das tú esas raciones de neoburlesque?!
ResponderEliminarPor ir a echar yo también un ojo, más que nada.
Yo creí que el burlesque corría a cargo de los políticos españoles, cuyo estilo artístico de un tiempo a esta parte se dedica a "glorificae lo socialmente inaceptable y denigrae lo socialmente dignificado"
ResponderEliminar"Denigrae"
ResponderEliminarJoder, Toni, sabes latín!
Sé que has visto Oblivion. Esperamos comentarios....
ResponderEliminarPetición atendida
EliminarYo cada vez que me mancho la mano de tinta no puedo evitar mostrársela a mi mujer y exclamar "Un libro que mata a los que lo leen", o a veces me da por repetir varios minutos "Lo estabas esperando y aquí lo tienes...Toyoooota" cuando me quedo en babia. La del carrito del niño subiendo las escaleras la comparto contigo, es un clásico.
ResponderEliminarJeje. Yo una vez hice una gráfica publicitaria a página completa que sólo tenía el logo de Telemadrid en el centro, y una pequeña leyenda debajo que decía "Esta semana, en el Megahit, El nombre de la rosa".
EliminarEl resto de la página estaba vacía. Salvo por una mancha oscura en la esquina inferior del papel...