martes, 25 de octubre de 2011

Trash entre amigos. Vuelve la sobrina

¿Qué os creíais? ¿Que la crisis había reducido nuestra plantilla a la mitad? ¿Qué ya nadie hace eventos a los que la sobrina pueda acudir para ahorrar en canapés, photocoles, famosetes y alquiler de local? ¿Qué si que los hacen pero habían dejado de invitarnos? Nada de eso. Aquí está la sobrina, aprovechando que el mal tiempo la ha despegado por fin de su tumbona analógica para compensar digitalmente la crítica sesuda, los arrebatos de nostalgia y las video-faenas de aliño de su tío.

En definitiva, que vuelve la sobrina, más sobrina que nunca. Aquí la tenéis:

Imagina:

Una sala. No demasiado grande. Llena de jóvenes. La peor película disponible en el mercado de Canal + (y puede ser la peor película del universo, no lo dudéis por un instante). Cuatro gamberros con micrófono y uno de ellos es director español.

¿Cuál es el fin de la reunión? Poner a caer de un burro a la película y decir todo lo que se te ocurra a cada instante. Gritar, aplaudir, levantarte, reírte a carcajada limpia… Si, todo lo que se prohíbe habitualmente en un cine. Pues el viernes 21 nos saltamos las reglas que dio gusto. ¡Mucho gusto!

Comentarios ingeniosos para escenas repetidas por enésima vez (llegamos a ver la misma escena 5 veces), comentarios aun mejores para el escenario, para la caracterización y sobretodo para los personajes realizados por ordenador. Y no olvidéis que un doblaje estrepitosamente malo, siempre puede ser re-doblado y reirte a carcajada limpia.

Nada mejor que reunir a Nacho Vigalondo, tres cafres más, Steve Urkel, un cocodrilo gigante y un tiburón gigante, para pasar la mejor noche de Cine (y no se si calificarlo de español, ya que el principal autor de aquella disparatada historia era un español) que recuerdo de los últimos años.

¡Dios mío, quiero repetir!

Pero bueno, esto no era un hecho aislado, sino que era una más de las propuestas del festival de Canal + para promocionar sus series ( y más claro: que te abonaras, leñe!). Y no repararon en hacerlo.

Las series salieron a la calle, y la sobrina también. Así que os cuento que vaya la que liaron los de Canal+: Que si estrenos de series, que si actores, que si directores, actividades para enanos… ¡No dejaron un cabo suelto!

Pero a mi lo que me cautivó fue la actividad realizada el viernes por la noche. Y si, digo actividad, porque lo de ir al cine y comer palomitas eso ya no me parece ni actividad ni nada. Que si, que mucho intelecto en algunas y mucho abstraerse en otras, pero no me hacen cómplice de nada. Y creo que es momento de romper y hacer cosas nuevas. Que estamos en la postmodernidad, caballeros (y señoritas…)

¡Innovemos! ¡Los individuos queremos interactuar!

http://minchinela.com/trashentreamigos/

sábado, 22 de octubre de 2011

Charada


Anoche soñé que volvía a Manderley

Ayer se nos hizo de noche viendo Charada (1963), la película en la que mis hijas concluyeron, hace ya algún tiempo, que gran parte del mejor cine trata sobre la simulación y la mentira. Aún no han llegado a plantearse que –como la vida- el cine es precisamente eso mismo, mentira y simulación. Pero resulta difícil dar ese paso cuando ves en los primeros minutos cómo Audrey Hepburn vestida de Givenchy conoce a Cary Grant en una estación de Sky donde acecha un niño con una pistola. Por no hablar del “accidente” ferroviario del señor Lampert, los créditos deMaurice Binder o la música de Henry Mancini, que anteceden al encuentro alpino de estos intérpretes deliciosos e imperecederos.

La última gran película de Cary Grant, ese tipo con la barbilla partida al que también le hubiera gustado ser como Cary Grant, es probablemente el resumen de su impecable talento, de toda esa facilidad para ser elegante y deportivo, simpático e inquietante, liviano y melancólico, sincero y mentiroso. La última mentira viva de un Hollywood a punto de cambiar.

La película centro en la filmografía de Audrey Hepburn, después de protagonizar media docena de obras maestras y antes de hacer lo mismo con otras tantas, es el mejor catálogo de su fragilidad y su belleza, de su capacidad de supervivencia, de su inteligente sonrisa, su mirada irrepetible, su mentirosa pureza.

La única película de Audrey y Cary es la mentira contagiosa de un acertijo cinematográfico, de una perfecta Charada. Una mentira que la joven viuda Regine Lampert dice no soportar, pero que usa cuando su seguridad, su felicidad o su vestuario están en juego. La mentira de un galán oportuno y cambiante que siempre tiene una señora en su currículum, aunque sea otro currículum y aunque estén divorciados. La mentira de un tesoro a la vista de todos pero oculto, como la carta robada de Poe. La mentira de un reguero de muertos en pijama, un policía que se corta las uñas en los funerales y un funcionario americano que invita a almuerzos simulados en despachos ajenos. La mentira del suspense como excusa para la comedia, la comedia como excusa para el amor, el amor como excusa para la moda, en un juego de muñecas rusas, falsas, por supuesto.

Su director Stanley Donen, el hombre que regaló a la Humanidad el más bello y tramposo baile bajo la lluvia que se filmará jamás, sabía bien cómo mentirnos y que no nos importara. Le bastó con reunir a Audrey y a Cary, y hacerlo en la ciudad más mentida del planeta, esa donde a medianoche la mitad de sus habitantes ama a la otra mitad, aunque de vez en cuando aparezca un fiambre enfundado en un pijama: París. París y sus esplendidos apartamentos vacíos, París y sus comisarías de bistró. París y sus coquetos hotelitos balconados, sus barcos por el Sena, sus mercadillos filatélicos, sus divertidos cabarets, sus cabinas de madera, su metro acharolado, su patio de columnas del palacio real. París para mentirse y mentir sin rubor sobre los demás y sobre uno mismo, sobre la edad y el deseo, sobre la vida y la muerte. París como un paréntesis siempre hermoso, como un capricho chic, como una broma de amantes. París como una charada inagotable, donde hasta el crujido de las tablas de un escenario teatral puede ser cierto o no.

Al final, por supuesto, Audrey y Cary se quitarán la última máscara y se prometerán matrimonio y muchos hijos, mientras las mías proponen que el próximo domingo pongamos otro clásico sofisticado. Porque cada vez que volvemos a Manderley las mentiras del cine son más verdad que las otras.

(Publicado en la revista Culturamas, octubre 2011)







jueves, 13 de octubre de 2011

Quedan dos butacas

Cómo dice Garci, cerca de un cine
no puede pasarte nada malo...

lunes, 10 de octubre de 2011

Las razones del corazón


Arturo Ripstein es un director de la vieja escuela que se crió aprendiendo cine en los estudios en los que ejercía de productor su padre y trabajaba Luis Buñuel. El de Calanda fue uno de los cineastas de los que Ripstein aprendió a dirigir y eso deja huella, pero supongo que también afirma el carácter. Ripstein tiene además una guionista de cabecera, Paz Alicia Garciadiego, que le tiene cogido el aire a su descarnado punto de vista. Con esos mimbres, un escenario único, un blanco y negro en digital que parece analógico y media docena de personajes, acaban de estrenar su particular visión de Madame Bovary y les ha salido precisa, tremebunda y mexicana.

Con algunas demoras innecesarias en el arranque, momentos de teatro filmado, humor oportuno y una interesante aunque discutible sucesión de desenlaces, Las razones del corazón es una película que apasionará o aburrirá, según el gusto o indiferencia hacia el melodrama sórdido iberoamericano que se tenga.

Lo que no se puede discutir es la interpretación de su actriz principal, Arcelia Ramírez, apabullante. Y hablando de discutir: ¡Qué bien discuten los mexicanos sus pasiones!

sábado, 8 de octubre de 2011

Adiós a Félix

Ha muerto Félix Romeo, uno de los escritores que retraté en el tríptico Ladrones de Tinta. Dirigió La Mandrágora en la 2 y era un cinéfilo hondo. Yo le llamaba cariñosamente el Enrique VIII de mi cuadro. Buen viaje a las praderas eternas, Félix.


viernes, 7 de octubre de 2011

David y Goliat: Zulueta versus Lynch

Pero Zulueta lo hace en el 79, siete años antes que Lynch.




lunes, 3 de octubre de 2011

No tenemos mitos











Muy buenas fotos que ponen de manifiesto lo de siempre: ni nosotros nos creemos que el cine español haya dado un sólo icono planetario digno de recrearse en suplemento dominical a cuatricomía. Y como muestra este botón: un reportaje fotográfico cuidadoso, amplio y caro con dos conocidos actores españoles que simulan escenas y personajes míticos de la Historia del Cine... de Hollywood, claro, only Hollywood, más dos guiños al cine europeo que por lo visto es casi lo mismo que decir italiano. Se les ha olvidado rendir honores a una película francesa, coño.
Tenemos a Coronado promocionando todavía No habrá paz para los malvados, buen cine negro español, y El país Semanal le saca de Clyde, de Bond, de Gable, de Curtis/Josephine, de Burton/Marco Antonio, de Jocker...
En fin, disfrutemos de las fotos y a ver si en el próximo homenaje incluyen al menos a Buñuel, digamos que Coronado con la navaja sobre el ojo de la Verdú.