La última del más internacional de nuestros directores, mimado en Hollywood y en Cannes (ahí es nada), se ha estrenado con apabullante campaña mediática y el esperable e inmediato desahogo de los detractores de Almodóvar, que son legión.
Es lo que tiene por estos lares ser irrefutablemente triunfador, significarse políticamente y exponerse al máximo. Valentía para unos y motivos más que suficientes para el rencor sistemático en otros muchos. Comportamientos ambos que ni critico ni defiendo, porque cinematográficamente nada aportan. Sencillamente: es lo que hay.
En lo que a mi me toca, la he visto y me ha gustado.
A pesar de todo. Y todo es mucho: la arquitectura -llamémosla “teatral”- demasiado evidente de muchas de sus escenas; la referencia a títulos anteriores de su filmografía donde la actualización de los hitos almodovarianos no mejora la versión primera, sino que la debilita; la innecesaria importancia dada a un misterio que prácticamente no es tal, ni aporta gran cosa (casi estorba a la bonita historia de amor); la falta de pulso para retratar realidades de calle que antes le salían bordadas (el garito del dj, la recepción de un hotel familiar,…).
Pero, en mi opinión, todo eso queda compensado por un montón de bazas ganadoras que cualquier cineasta español y hasta europeo quisiera: para empezar, la producción es de auténtico lujo y luce un reparto imponente, la mejor música, vestuario impecable, localizaciones espectaculares, planos magistrales, fotografía primorosa… Y todo eso cuenta para valorar lo que se paga al pasar por taquilla. No es lo mismo un acabado correcto que un perfecto acabado.
Centrándonos en la historia misma, algunas escenas son de una belleza tan contundente que pueden engrosar la colección de antologías cinéfilas de las que se nutre el propio Almodóvar: las manos del ciego, la voz de Penélope poniendo voz a su imagen, la última frase de la película… Y un hallazgo como en los mejores tiempos, encarnado en Lola Dueñas.
En fin, véanla, aunque nada más empezar aparezca el apoyo, supongo que en forma de subvención, del Ministerio de Cultura y del ICAA, que -salvo desconocimiento de cómo reparte sus apoyos- me parece más oportuno en directores que no se han consagrado hasta el extremo de que su sólo nombre reúna los millones necesarios para hacer la película que se quiere hacer (creo que si hay un caso así en España, ese es el de Almodóvar).
Joder, acabo de releerme y me he dado cuenta de que me ha salido algo parecido a un abrazo… pero roto.
Es lo que tiene por estos lares ser irrefutablemente triunfador, significarse políticamente y exponerse al máximo. Valentía para unos y motivos más que suficientes para el rencor sistemático en otros muchos. Comportamientos ambos que ni critico ni defiendo, porque cinematográficamente nada aportan. Sencillamente: es lo que hay.
En lo que a mi me toca, la he visto y me ha gustado.
A pesar de todo. Y todo es mucho: la arquitectura -llamémosla “teatral”- demasiado evidente de muchas de sus escenas; la referencia a títulos anteriores de su filmografía donde la actualización de los hitos almodovarianos no mejora la versión primera, sino que la debilita; la innecesaria importancia dada a un misterio que prácticamente no es tal, ni aporta gran cosa (casi estorba a la bonita historia de amor); la falta de pulso para retratar realidades de calle que antes le salían bordadas (el garito del dj, la recepción de un hotel familiar,…).
Pero, en mi opinión, todo eso queda compensado por un montón de bazas ganadoras que cualquier cineasta español y hasta europeo quisiera: para empezar, la producción es de auténtico lujo y luce un reparto imponente, la mejor música, vestuario impecable, localizaciones espectaculares, planos magistrales, fotografía primorosa… Y todo eso cuenta para valorar lo que se paga al pasar por taquilla. No es lo mismo un acabado correcto que un perfecto acabado.
Centrándonos en la historia misma, algunas escenas son de una belleza tan contundente que pueden engrosar la colección de antologías cinéfilas de las que se nutre el propio Almodóvar: las manos del ciego, la voz de Penélope poniendo voz a su imagen, la última frase de la película… Y un hallazgo como en los mejores tiempos, encarnado en Lola Dueñas.
En fin, véanla, aunque nada más empezar aparezca el apoyo, supongo que en forma de subvención, del Ministerio de Cultura y del ICAA, que -salvo desconocimiento de cómo reparte sus apoyos- me parece más oportuno en directores que no se han consagrado hasta el extremo de que su sólo nombre reúna los millones necesarios para hacer la película que se quiere hacer (creo que si hay un caso así en España, ese es el de Almodóvar).
Joder, acabo de releerme y me he dado cuenta de que me ha salido algo parecido a un abrazo… pero roto.