Hollywood está preocupado. Ya no
le basta con su don de la ubicuidad, que cubre el globo terráqueo y supongo que
hasta la Estación Espacial Internacional (¿sigue abierta…?). Ya no llega con su
abrumadora promoción en cuanta superficie física o virtual imaginable se la
admita. Ya no alcanza con su capacidad para ofrecer el gran espectáculo
preferido del público en cada momento de nuestra era.
Batacazos taquilleros sonados,
encadenados y recientes como la número diez de la franquicia Fast and Furious
(cuánta "furious"), la del último súper héroe de DC cómics (un tal Flash), la
enésima adaptación de un clásico Disney (creo que La Sirenita) y la tibia
respuesta a la quinta entrega (¡la quinta…!) del arqueólogo más improbable y
querido del mundo “han hecho saltar todas las alarmas”, que dicen los titulares
de la prensa clic.
Como lo de la huelga debió
arrancar con la preproducción ya encauzada, tengo entendido que sigue adelante
lo de Gladiator 2. A veces no sé si los títulos los ponen los más codiciosos
zoquetes del Estudio o los periodistas cinematográficos para que nos entendamos
todos sobre lo que trata la peli. Lo único seguro en esa es que va de
gladiadores. Pero teniendo en cuenta que ningún actor repite y sus personajes
murieron en la primera (Máximo Meridio, Marco Aurelio, Cómodo…), me da por
suponer que Ridley pondrá el foco en otra historia gladiatoria diferente.
Aunque con los guionistas pre-huelga todo es posible: una resurrección arcana,
un super-poder insospechado, una abducción extraterrestre al planeta peplum…
Si no es así de loco y la cosa va
de otro gladiador, se agradecería un título nuevo, sin el 2 detrás, que esto es
una película, amigos, no un coche. Qué sé yo, se me ocurre El campeón de la
muerte, El romano, El luchador tracio… hasta Sangre y arena a despecho de los
clásicos taurinos es mejor título que Gladiator 2.
Estáis en un bucle, tíos, con una
gallina extenuada a la que pedís siempre el mismo huevo de oro macizo. Pero
además de la sequía creativa evidente o el bloqueo ciego de los financistas que
sólo quieren repetir la fórmula hasta que entre en pérdidas, la crisis de las
salas tiene que ver con otras amenazas. Y no van a ser las plataformas de
streaming las grandes enemigas, aunque las señale mi querido John Landis. Ellas
hacen lo que antes la televisión, el video club, la colección de dvds.
El problema viene de un soporte cada vez más devorador. Es el Smartphone y ya está. Fomenta el individualismo hasta extremos
que el aparato de tv por cada habitación de la casa no llegó a lograr. En el
dormitorio miraba la pareja, en la cocina la familia en días laborables, en el
salón cuantos no salieran a parrandear. Pero el teléfono móvil, ese que todo el
mundo lleva en su bolsillo, es un espacio privado, absolutamente excluyente.
Miren también las pantallas táctiles multiplicadas en las cabinas de los
aviones, donde cada viajero escoge una película diferente y la ve y la escucha en solitario, como si lo hiciera
en su móvil. Eso y el uso de la barra de tiempo, para saltarse las partes
pesadas, para saber cuánto le queda.
El teléfono móvil ha arrasado con
la necesidad colectiva de la sala oscura, del susto coreado, la risa
contagiosa, el aplauso final, la película del tirón. Ya no importa si la pantalla es grande, el
macro-espectáculo circula por pantallas micro. Y cualquier tipo de edición
pierde ritmo antes de que termine la temporada.
Ya están tardando en componer una
canción pop (¿aún se dice pop?), que titulen Smartphone
killed the cinema star. Pueden usarla en un promocional exclusivo para
redes de Gladiator 2.