lunes, 31 de octubre de 2022
jueves, 27 de octubre de 2022
domingo, 23 de octubre de 2022
Argentina 1985
Ha estado unas semanas en cartel y
recibido una respuesta tibia del público. Aunque esa respuesta, sumada a las excelentes críticas, puede
considerarse un éxito; sobre todo, si tenemos en cuenta lo que se está
ampliando la distancia entre las bobadas que nos endosa Hollywood en la
última década y todo lo demás, sea brillante o bobo. En este caso, es brillante.
Pero eso da igual, ya está en Amazon prime video. No han esperado a que se desinfle en taquilla ni a ver qué efecto producía su selección para los Oscar. El estreno en salas parece a estas alturas un mero requisito para aspirar a premios internacionales de la industria (ya lo suprimirán y competirá cine de streaming sin pasar por la casilla de salida, al tiempo).
Darín hace del fiscal civil Julio César
Strassera, quien llevó la causa contra los Videla, Massera, Agosti y
compañía. Lo hace con una convicción espectacular. No queda una pizca de
Darín en la composición del personaje, es increíble lo que puede hacer este hombre con
un peinado, un bigote, unas gafas de culo de vaso, un cigarrillo y un
modo distinto de mirar y de moverse. Está perfecto. Pero su escolta de jóvenes y
veteranos no le va la zaga, desde el más inexperto ayudante al más viejo consejero.
Tampoco
los que dan testimonio frente al tribunal, en especial esa madre obligada a parir ante la indiferencia, el desprecio o la crueldad de sus
carceleros. Todo contado sin representación en pantalla de lo sórdido.
Lo escuchado es tan contundente que basta un actor en cuadro, hablando
sobre lo que la persona que encarna tuvo que sufrir, para obtener un efecto magnífico, pero sin efectismos.
domingo, 16 de octubre de 2022
Angela Lansbury
La bella y la bestia
En compañía de lobos
El espejo roto
Sansón y Dalila
El retrato de Dorian Gray
martes, 11 de octubre de 2022
42 segundos
Una buena película (sobre todo para los que vivimos como propia aquella Olimpiada). Además, de género deportivo, tan poco usual en nuestra cinematografía si hablamos de alta competición y no de pachangas de barrio.
Otro caso curioso de baja autoestima, el desprecio a esta categoría de cine aplicado a los nuestros, teniendo en cuenta los grandes deportistas, individuales y de equipo con los que cuenta España desde hace décadas. Incluso las figuras solitarias de los pioneros, en aquellas épocas y deportes que nadie practicaba, darían para interesantes películas: Seve, Santana, Nieto... Ya puestos, hasta la selección de baloncesto que llegó a la final de Los Ángeles en el 84 merece película.
Aquí se apuesta por un deporte que tuvo su eclosión cuando despuntó este equipo increíblemente completo, liderado por dos deportistas opuestos: el metódico y el creativo. El disciplinado y el díscolo. Muy bien los intérpretes en ambos casos.
La película, por descontado, no inventa nada nuevo en el género, pero lo cuenta bien. Da, por resumir, una grata ración de obviedades y emoción. Sin despreciar el humor de los contrastes, la rivalidad entre ciudades y varios secundarios inspirados (el entrenador, su ayudante, el director del equipo, el perodista). 42 segundos es otra de esas películas que hacen pensar en un cine propio posible y muy diferente del que demasiadas veces tenemos.
Hábilmente rodada, anda corta de medios en algunos momentos muy puntuales, pero consigue enmascararlo en casi todos. La emoción juega en casa.
lunes, 3 de octubre de 2022
Modelo 77
Alberto Rodríguez, después de El hombre de las mil caras, que le salió menos redonda que ese póker triunfal formado por Siete vírgenes, After, Grupo 7 y, sobre todo, La isla mínima, se pasó a la tele a dirigir una serie contundente y cuajada, aunque no memorable, como ha sido La peste.
La pantalla grande es, sin embargo, el espacio natural del director y ha vuelto a ella para poner en pie una de esas historias que le gustan, de tiempos convulsos, protagonistas marginales y vida al límite. No le ha podido salir mejor. Con un casting perfecto, unos recursos de puesta en escena que parecen de otro país y una historia poderosa, Rodríguez ha acertado de pleno.
Miguel Herrán también ha hecho diana. Corría el riesgo el chaval de quedarse en la popularidad de carpeta con éxitos tan llamativos y efímeros como La casa de papel, Élite o el enésimo producto aseado pero vacuo de Calparsoro (qué desperdicio de talento el de Calparsoro, ya que estamos).
Esta nueva película con Herrán como protagonista pone las cosas en su sitio: es un excelente actor, que además derrocha carisma. No está al alcance de cualquiera aguantarle el plano con tanta firmeza a un "robaplanos" como Javier Gutiérrez.
La historia, carcelaria hasta las cachas, fluctúa hábilmente entre la aventura, la sociología y la denuncia, sin cargar las tintas sobre nada en lo que no estemos todos de acuerdo, otro mérito inmenso en los tiempos que corren. El mundo penitenciario es, por su propia esencia, un mundo aparte. Y eso anima la vertiente que el ser humano tiene de alimaña, con o sin uniforme.
También está la voluntad de cambiar un estado de cosas, claro. Entonces como ahora. Y tenemos muchas asociaciones por debajo de los que deciden, pero entonces como ahora sirven de poco.
Antes de los mensajes finales en rojo sobre negro que abundan en esa desagradable certeza, la aventura se enseñorea del film para un último tramo más convencional, aunque coherente con todo lo que le precede. La película apenas se resiente de esta "concesión", porque Rodríguez sabe que tiene un cierre de los que te hace quedarte a los créditos.