Haciendo balance hay que ser francos: entre lo que se ha estrenado y lo que fuimos rescatando para sobrellevar este agosto descacharrado, acabas dándote cuenta de que ha sido más interesante y novedoso el modo de ver las películas que lo que éstas nos contaban.
Y eso que la primera tenía pìntaza, que finalmente se quedó en pintilla. Luego, todo fue cuesta abajo hasta estrellarnos en los mutantes.
Por partes: las dos primeras películas a comentar las vimos montando cine de verano en la amplísima terraza de los vecinos de toda la vida, con despliegue de precauciones sanitarias.
A saber: Dos bandos diferenciados y separación anticontagio. Comida no compartida o bandejeada con mascarilla para coger sólo una porción, sin rebusque, incluyendo mascarilla puesta de quien se sirve, evitando siquiera rozar lo que queda para los demás. Sillas propias traídas de casa. Hidrogel al llegar y al marcharse, para que cualquier contacto no previsto fuese a manos limpias... Vaya, lo que vamos a llamar autoprotección, que es lo que tocó desde el principio, pero que ahora ya resulta inevitable. Si no me creéis, poneos unas ruedas de prensa televisadas y veréis lo organizadito y previsto que lo tienen las autoridades.
Aunque es menos descorazonador usar la tele, a ser posible de gran pantalla, para colocarla entre ambos grupos de espectadores estivales como si fueran las dos mitades de un patio de butacas a cielo abierto y nocturno. Y poner películas, sean cuáles sean.
YESTERDAY
Un planteamiento ingenioso y bobo, que da para casi dos horas de sana diversión. Superficial, bien hecha, con amenidad y ritmo, buen reparto, cameos majos... En fin, dirige Danny Boyle. Algunos personajes remiten a otros mejores de películas más antiguas (el escudero del prota parece el compañero de piso de Hugh Grant en Notting Hill, con la que ésta comparte guionista), no importa pues agradan, vuelven a funcionar.
La película esgrime una baza absolutamente ganadora, prueba de lo bien fundada que está la devoción que el protagonista muestra por la música objeto del film: la de los Beatles. Es el nervio que lo sostiene todo, que lo hace subir, vibrar, por lo que lo pasas bien aunque la película, ya digo, sea boba en el fondo. Lástima que no trabajasen más en la línea de una secuencia absolutamente genial, en la que el chico trata de interpretar al piano para sus padres Imagine.
Y éste fue nuestro techo cinematográfico del verano, ojo.