Se estrena el 30 de agosto, para amenizar los últimos calores. Y tendrá más salas de exhibición previo pago que cualquier película digna de llamarse Cine.
Ojo a la sinopsis:
El presidente de los
Estados Unidos, Allan Trumbull (Morgan Freeman) queda en coma tras un intento
de asesinato. Su siempre confidente, el agente secreto Mike Banning (Gerard
Butler), es injustamente acusado de perpetrarlo. Retenido por los suyos,
Banning logra escapar de la custodia policial convirtiéndose en un fugitivo.
¿A qué no os suena a visto? Pues ea, a disfrutar.
Coñas aparte: le quitamos los nombres propios a esto (Estados Unidos, Allan Trumbull, Mike Banning) y se los ponemos españoles, o de otro lugar de Europa, iberoamericanos o hasta asiáticos y nos da la risa. Un agente letal en España, Alemania, México, Coreo o Japón "siempre confidente" del primer mandatario del país (demócrata, no hace falta aclararlo), es por completo inverosímil. Y ojo, en Estado Unidos, en realidad, también. Pero aquí se trata de tragar palomitas y darse un festín de muertos por arma de fuego.
Lo que cada vez me resulta más chocante es que este tipo de fórmula (porque es una fórmula y nada más), haya conquistado el mercado internacional. Con lo que cuesta la primera escabechina que nos ofrezca esta joya, cualquier otro país del mundo puede realizar una película de presupuesto mediano que hable con cercanía de lo que sea, por caminos igual de trillados pero menos sangrientos o con asuntos originales que no sabes por dónde van a salir, que pueden afectarte, emocionarte, importarte.
Pero el aplastamiento comercial de los audiovisuales estadounidenses ha derivado en un consumo cultural masivo a nivel planetario de sus producciones que nos hace grato cualquier empaquetado made in Hollywood, por muy visto que esté, por muy basiquito que luzca, por muy deshumanizador que resulte a la postre.
Bueno, el postre de esta película que aún no he visto será del agente especial junto a la cama del presidente, que a pesar del atentado "ya ha pasado lo peor". Se me ocurre esa frase médica estándar: "no conviene agotarle, tiene cinco minutos".
Y con esto queda cubierto el lado humano de la propuesta. Ya se me saltan las lágrimas.