El segundo spin off de la saga
galáctica viene a demostrar que estas historias derivadas (la de la misión
suicida de Rogue One, la juventud de Solo), son mejores que la continuación de
la historia central, donde el miedo a los fans o la pereza de la que Hollywood hace
gala en este siglo, reiteran una y otra vez la amenaza, la rebelión, el
discípulo díscolo, el discípulo dedicado, la super-arma estelar…
Los spin off tienen más libertad.
El escenario ya está creado y es ampliable en planetas, naves, razas, tascas y
proyectos alocados. Sólo hace falta algún soldado imperial vigilante en algún rincón de
la ciudad mugrienta o la estación orbital clasista para recordarnos que el
Imperio manda. Lo demás queda al albur de los que cocinan la película, con la bendición de Disney. Su única obligación
es tirar un par de cables inteligentes hacía el Star Wars clásico. En Rogue One
eran los planos que acabarán en la panza de R2 D2. Aquí son Chuwi, Lando y el
Halcón.
La capacidad de enamorar del
Halcón Milenario está fuera de toda duda. Será la última nave de la galaxia, llenará
el último plano en pantalla grande de la saga. El primer encuentro entre Solo y
Chuwi es quizá lo más potente –a ras de personajes- que han rodado desde que George Lucas vendió el chiringo. Y Lando joven es un buen personaje, bien interpretado.
En cuanto al chico que hace de
Solo, bravo por él. Su maestro de circunstancias, la chavala y el malo, cumplen
sin mayor alarde.
Sólo el humor, un elemento que
hubiera suplido el carisma insuperable de Harrison Ford, deberá mejorar si
seguimos al piloto mercenario en otras aventuras juveniles. Su proverbial sarcasmo aquí se queda en un par de chascarrillos que apenas arrancan la
sonrisa, y no es por el actor: es que el guión, o Ron Howard, o la edición del
mecano, han fallado para dar con el ritmo que precisa un comediante, porque la
sala estaba a rebosar y con ganas de fiesta. La robot
empoderada también está concebida para ser graciosa y por lo visto en el patio de
butacas –y sentido en la mía- fracasa en ello sin estrépito.
De lo demás, el asalto al tren es
espectacular y novedoso. Para el resto de peripecias, la atmósfera que viene de fábrica. Pero no
sale la Estrella de la Muerte. Vamos mejorando.