No sé si es sólo tradición
anglosajona, pero vengo observando que los actores que se meten en la dirección
de películas suelen elegir historias sencillas donde volcar su talento, cuando
en el mundo hispanoparlante es habitual ver lo contrario: opera prima pasada de
ambición temática (excepción loable a Tarde para la ira, de Rául Arévalo). El resultado de esta
decisión gringa, no sé si obligada o autoconsciente, suele ser bueno. Y éste ha
sido el caso de John Krasinski, que
aunque ya dirigiera una película anterior (también sencilla), se ha destapado
con Un
lugar tranquilo, arrasando en su mercado de origen y obteniendo
reconocimiento y taquilla allá donde estrena.
Es comprensible. Su película es
potente desde cualquier punto de vista. Aparte del caché de Emily Blunt, de lejos la más
prestigiosa de sus intérpretes (que son media docena), la producción es
pasmosamente barata para los parámetros estadounidenses. La hecatombe
alienígena queda resuelta y entendida con una calle vacía de una población
menor, un súper saqueado, unas cuantas portadas de prensa y una sobreimpresión
en pantalla que nos dice cuántos días han transcurrido desde el punto de no
retorno.
Así las cosas, Krasinski y el resto de sus guionistas (bien
por no acometer el libreto en solitario), se marcan un hallazgo narrativo de
enorme calado cinematográfico: el que hable, la palma.
Desde esa premisa, lo que sucede
se convierte en cine puro: la imagen manda de forma abrumadora. Ahí es donde
John se ha gastado el dinero disponible, sus poquísimas localizaciones están
fotografiadas con la solvencia de un grande. Seguramente Emily, que es su mujer
en la vida real, se habrá rebajado el sueldo. Los niños también lo hacen estupendamente, aunque parece
una convención universal que a ellos no les cuesta apenas interpretar cualquier
cosa, no sé muy bien por qué, si se sabe mínimamente cómo son los rodajes en
cuanto a técnica, marcas, fragmentación y demás.
La claustrofobia, la desesperanza
combatida a pura inercia, el carácter perfectamente delineado de cada
personaje, los monstruos presentidos o mostrados, el número de fogatas
supervivientes en el horizonte, la tensión y los sacrificios escogidos,… todo
funciona en Un lugar tranquilo.
La banda sonora cobra protagonismo en una película en la que apenas se dialoga. Sonido ambiente o golpes de tensión lo acreditan.
Sólo hay un detalle para la
galería, bien resuelto en guión: subtitular lo que se dicen por señas. La mejor
prueba de lo bien realizada que está Un lugar tranquilo, es que todo se
entendería igualmente bien sin traducir los gestos a palabras. Se dice todo con
la mirada.
A disfrutar y a temer, amantes
del Cine.