Passengers es un
entretenimiento navideño muy aseado y muy en la línea de lo que Hollywood es
hoy capaz de darnos: Dirección artística impresionante (interiorismo,
vestuario, iluminación,… para quedarse a vivir). Actores guapos (Lawrence y Pratt), interpretativamente solventes y comercialmente taquilleros, dos galácticos sin discusión. Efectos especiales de primer nivel, sin competencia
en el mercado, al menos de momento (los chinos siguen embarcados en sus
reconstrucciones historicistas y los rusos aún están apostando por la violencia
y la oscuridad). Un cajón de referentes de la propia casa, cuando la casa
inventaba referentes, que permite echar mano para el guión y salpimentar el
entretenimiento que se cocina con detallitos de calidad...
Si nos quedamos aquí, el
resultado es una película muy disfrutable, a pesar de los ritmos casi antagónicos
de su planteamiento (sosegado) y de su desenlace (puro atropello que enmascara
debilidades a mansalva). Con su poquito de intriga, su romanticismo, su humor, su
acción y su maravilla cósmica.
Si nos ponemos puñeteros (¿para
qué escribir si no?), tenemos un planteamiento de enormes posibilidades que se
apartan sin sonrojo en pro del espectáculo liviano y agradecido. ¿Por qué deben
ser guapísimos los dos? (sería mucho más interesante si uno no lo fuera) ¿Por
qué ninguno esconde un carácter de mierda? (también hay una ruta ahí, más
socarrona) ¿Por qué no despertar a más pasajeros? (qué pasa cuando conviertes
la nave en una comunidad de vecinos). ¿Y si tienen descendencia? (con esos
dormitorios de primera clase…) ¿Por qué no sabemos nada de la llamada a la Tierra
que hace Pratt, cuya respuesta llegaría cuando ellos fuesen cincuentones….?
En fin, olvidémonos de Wylder, de Hitchcock, de Buñuel o
de Truffaut. Ahora tenemos a gente
como Morten Tyldum manejando estos
presupuestos mareantes. El hijo de George
Stevens, director de Gigante, ensalzaba en un documental
la figura de su padre por tratar a los espectadores como adultos en películas
como aquella, cuando en su opinión Hollywood
ya tenía puesta la mira en una mentalidad media de niños de 12, preadolescentes. Y eso en
los años 50 del siglo anterior, una década repleta de obras maestras. Imaginaos ahora que la nave ha avanzado en su
trayecto unos 70 años.
Con casi todos los pasajeros
dormidos, claro.