Treinta y dos años hemos tenido que esperar para ver de nuevo a Han Solo y Chewaka en pantalla grande. El wookie no ha echado ni una cana, pero Han sí, aunque mantiene su ironía sandunguera intacta.
Antes de que lleguen los contrabandistas que animan la Galaxia, los artífices del guión nos obsequian con un arranque bueno por las novedades más llamativas del reparto (la chatarrera y el desertor), pero escamante por cuanto tiene de déjà vu: Droide simpaticón, planos ocultos, enmascarado a la caza... ¿Cuánto habrá cobrado Kasdan por figurar en el libreto?
El listillo de la clase J.J. Abrams, opta por la familiaridad de los fetiches sin pararse a distinguir entre lo familiar y el plagio directo. Pero sabe moverse con soltura en un universo con reglas claras e inventa lo justo.
Tiene dos personajes positivos bien dibujados y nuevos, otro que promete, un malo bastante resultón aún a medio cocer (la saga continúa) y tiene a Han. Han regateando con bandas de maleantes a las que debería rendir cuentas, Han poniendo motes perfectos a los recién llegados, Han regañando o flirteando con Leia, Han aportando el coraje del lado oportuno cuando se necesita... Eso y Luke como enigma, los gruñidos del wookie y las naves de unos y de otros batallando como suelen, son más que suficiente para la hinchada.
Es la saga que vuelve, decididamente pegada a la original, y la mayor sorpresa de la entrega es probablemente lo único en lo que se la juegan y a mi juicio ganan si lo hacen bien en adelante.
Al fin y al cabo, el Halcón sigue volando, como solo es capaz de hacerlo un buen montón de chatarra.