Todos los años extraemos de este evento parecido
balance al que se hace el uno de enero sobre las emisiones de Nochevieja: la
Gala de los Goya no funciona.
La Academia persevera en sus
errores habituales y esto no lo arregla un presentador u otro (Rovira estuvo
bien a ráfagas, como pasa siempre en estos eventos tan largos y resultó peor
showman que monologuista, cosa predecible).
Lo que no entienden en la
Academia de Cine ni en TVE (empiezo a pensar que jamás llegarán a entenderlo),
es que la gala debe ser un spot de tres horas del cine español. Mientras sigan
pensando que esto es principalmente una entrega de premios y que eso es
suficiente para divertir a la audiencia y animar al día siguiente la taquilla,
todo seguirá como hasta ahora.
Pondré un ejemplo que lo resume
bien: Se vendió más tiempo Miguel Poveda en pantalla que ninguna de las
películas, de las que emitieron fragmentos de apenas un segundo cada vez que
estaban nominadas en alguna categoría. El momento más idóneo para
promocionarlas, que se repitió una y otra vez durante 200 minutos de emisión, y que fue absolutamente desaprovechado.
Otro ejemplo: Desde que el
premiado se entera de que lo es, hasta que llega al atril (mientras la voz en
off de TVE comenta sobre la categoría, la película y el ganador), parece obvio que
una vez vista su cara de alegría y el primer beso, puede reservarse una pequeña
ventana a lo que hace camino del escenario (salir al pasillo, más besos, bajar
por las escaleras,…) y meter entre tanto a toda pantalla escenas de la película
o (como poco) de esa persona premiada trabajando en ella, en algún momento
importante de la película dónde luzca ese trabajo o luzca la película.
El CINE debe ser más protagonista
que los diferentes ganadores (solo las categorías de interpretación conectan a
fondo con el espectador) y por eso hay mucha imagen sobrante de gente que viene
y va, salvo que tengan el Goya en la mano y lo agradezcan breve y sentidamente.
Por eso mismo, creo que las galas
necesitan menos “resistirés” y más montaje de vídeo (el que abría la gala se
desperdició con el protagonismo otorgado a Ana Belén primero y a todos los que
se le sumaron después):
– Vídeo con el cine español del
año.
- Mejores vídeos de lo que viene
en 2015. Los que pusieron mostraban, pero no vendían.
– Para los inmemoriam, ya es hora
de que alguien les haga ver que a los actores que están en el corazón de todos (Angulo,
la Baró y unos cuantos más), no se les puede despachar en foto fija como a un
figurinista o un jefe de prensa. Hay que despedirles mostrándolos en acción, encarnan la emoción del cine.
– Para entrar en el apartado
musical (Alex O’Dogherty funcionó bien el primer año que intervino pero en cada
nueva edición está más perdido), el momento pide otro vídeo con grandes escenas
de cine español y una banda sonora reconocible a todo trapo.
En fin, que solo el vídeo de
Banderas tuvo cierta fuerza (el que abría la Gala quizá también, pero ya digo,
me lo taparon los “cantantes” que fueron llenando el escenario). Aunque para mi
gusto el vídeo del malagueño abusó del material norteamericano de su filmografía. No es que hubiera
prescindido de él, pero lo habría equilibrado más respecto al de su carrera
aquí.
Y ya que estamos, Banderas podía
haber leído el discurso de González Macho, para que lo entendiéramos, y luego
dar unas gracias breves y naturales al recoger su Goya. Ambos momentos habrían
ganado notablemente. (Antonio, hijo, Los Goya no son el lugar idóneo para
leernos el borrador de tus memorias).
En fin, un no acabar, en el que
los aciertos se diluyen entre el guión atropellado, la realización mal enfocada, los números mal
elegidos y los agradecimientos ramplones o desproporcionados.
Para agradecimientos, me quedo con el rondo que dedicó el presidente de la Academia a cuanto país extranjero tenía representación en la platea, por dar a su
cine la importancia que merece. Fue el mejor dardo de la noche, aunque la
dicción en todo el discurso fuese muy, pero que muy mejorable.
Lo demás, ya digo, un “déjà vu”. Incluyendo este post.