jueves, 29 de septiembre de 2011

No habrá paz para los malvados


Enrique Urbizu es un tipo empecinado e inquietante: Le gusta hacer películas de género negro en España.

Tiene, para hacerlas bien, un pulso firme, una mirada especial, mucha paciencia y un actor fetiche: José Coronado. Cada película que ruedan juntos es mejor que la anterior. Ésta es la tercera del tándem y ya estoy esperando la próxima. Seca, sinuosa y nihilista, la historia de Santos Trinidad rastreando a su presa y la de la juez Chacón rastreando a la suya, componen una película contundente que arranca con furia, reposa después su ritmo, se despliega sobre las localizaciones y personajes, apunta a la fragilidad de los países acoge-cumbres y desemboca en un final sin palabras de los que erizan el cabello.

Y cargándoselo todo a la espalda, Coronado en el mejor papel de su muy desigual pero ya larga carrera, como suele decirse, en estado de gracia, o de desgracia. A destacar la escena, la única que comparten, de Santos Trinidad, el policía desahuciado y resabiado frente a la juez Chacón, implacable pero impotente.

Cine bueno y duro. Pero ojo, no os fieís del trailer. La película tiene otro ritmo.

viernes, 16 de septiembre de 2011

Del amor y otros demonios



¿Qué tendrá la literatura de García Márquez que no ha conseguido aún una adaptación cinematográfica a la altura del material que ofrece? Lo más próximo al acierto que recuerdo es la versión de Arturo Ripstein de El coronel no tiene quien le escriba, pero incluso ésta tenía un punto de distancia con el espectador, algo no terminaba de establecer esa mágica corriente que alienta en las palabras del Nobel colombiano, capaz de atrapar a cualquier lector con el relato periodístico, la novela río, el cuento corto o sus propias memorias.

La costarricense Hilda Hidalgo presentó este miércoles en la Casa de América de Madrid su adaptación cinematográfica del sensual relato Del amor y otros demonios y la situación volvió a repetirse. La coproducción entre Colombia y Costa Rica, el carácter de ópera prima o la maldición que parece asaltar a todos los guionistas que se atreven con García Márquez, no sé, un conjunto de circunstancias fatales muy del autor han dado como resultado otra película fallida.

La joven protagonista es hermosa y la luz de Cartagena impregna los fotogramas, pero las posibilidades narrativas de la cultura negra en la que, a través de sus sirvientes, se criaba la niña, se despacha aquí en un minuto de velatorio. Por el contrario, el oscurantismo religioso (resuelto con trazo bastante grueso), absorbe la mayoría del metraje, reiterando una sola idea que malgasta un tiempo precioso para la sensualidad novelesca del romance, que finalmente no se manifiesta sensual sino de un ascetismo que raya en lo absurdo.

Algo difícil de entender cuando la puesta en escena se inclina por los primerísimos planos y el sonido crudo, sin apenas música, que funciona muy bien en el cine carnal. Pero, sin equilibrio entre la historia de los amantes, la del marqués y su extraña esposa (de la que nos quedamos sin saber qué le sucede) y la incómoda intriga del obispado, más allá de las dificultades presupuestarias para ambientar escenarios amplios o imprimirle a la película otro ritmo de montaje, lo que queda es una película lenta, con unos pocos destellos de guión y algunas estampas de gran plasticidad.

Y a título personal, un deseo de volver a abrir los libros de García Márquez, dónde -paradójicamente- uno imagina sin esfuerzo su propia película.






viernes, 9 de septiembre de 2011

La piel que habito o la naturaleza del escorpión



La primera vez que escuché esta fábula de Esopo fue en una película de Neil Jordan titulada Juego de lágrimas. Lo que la fábula cuenta es cómo un escorpión le pidió a una rana que le llevara en su espalda para cruzar el río. “¡Ni pensarlo!”, dijo la rana “Si te llevo, me picarás”. “No seas tonta" —le respondió entonces el escorpión—. "¿No ves que si te clavo el aguijón, te hundirás en el agua y, como no sé nadar, yo también me ahogaré?" Ante este argumento lógico, la rana accedió. Pero cuando habían llegado a la mitad del trayecto, el escorpión picó con su aguijón a la rana. Y, mientras ambos se ahogaban, la rana preguntó al escorpión: ¿Por qué lo has hecho? Tú también vas a morir". Éste le respondió: —No he podido evitarlo. Es mi naturaleza.

Algo similar le ha sucedido a Almodóvar cuando decidió subirse a una película que no se parecería al “cine de Almodóvar”. Pensó que podría ser fiel a esta premisa (establecida por él mismo como una suerte de reto) pues, en caso contrario, se ahogaría. Así, cuando La piel que habito empieza a cruzar el río, funciona como un deslumbrante enigma, cuidadoso en el encuadre, intrigante en la rutina de los carceleros y su víctima. Sólo la imposible cabellera asignada a la Paredes alerta sobre el riesgo de picotazo almodovariano, pero Anaya está bella en su doble piel y Banderas luce inquietante… aún. Entonces entra en juego el “tigre brasileño”, un personaje como escapado de otra película, y el primer y prometedor tramo del film se hace añicos.

A partir de ese momento, la película intenta mantenerse a flote, volviendo a la intriga una y otra vez, para tratar de llegar viva hasta la otra orilla. Pero Almodóvar –es su naturaleza- necesita incluir el número musical de Concha Buika, una vocalista fantástica cuyas canciones, aparte de la potencia estética, no aportan nada al guión. Tiene que empastillar al protagonista la noche crucial. Y regalarle a Agustín Almodóvar su tradicional aparición, para conseguir el único instante de comicidad pura en una película que debería huir del humor almodovariano como de la peste. Recomponer un thriller lindante con el terror después de cada picotazo acaba pasando factura: el desenlace llega tarde y –lo que es peor- ni sorprende ni conmueve.

En fin, a Pedro Almodóvar le gusta apostar fuerte. Pero no ha contado con que es como es hasta cuando se resiste a serlo. En esa piel habita su cine y por eso con esta historia que, por una cruel paradoja, es tan similar al proceso de hacerla, fracasa cinematográficamente como nunca antes le había sucedido al manchego.

Mejor que vuelva el escorpión. Con su aguijón genial, sin complejos, de secano.

jueves, 8 de septiembre de 2011

El mes que habito

Leo que el nuevo filme de Pedro Almodóvar, 'La piel que habito', ha sido la segunda película más vista durante el pasado fin de semana (su primero), y se sitúa solo por detrás de 'Cowboys contra Aliens' y por delante de otros títulos como 'Super 8', de J.J. Abrams y Spielberg, 'Phineas y Ferb' o 'Destino final 5'.

A ver, que sabemos que Almodóvar y su equipo son auténticos magos de la promoción. Y que esa promoción es cada vez más sencilla pues, publicidad aparte, todos los medios de comunicación se hacen eco de sus estrenos y quieren entrevistar al director o al reparto cuando llega la semana clave, la de su llegada a las salas (*Antes tenía más mérito aparecer en los papeles, pero ahora se trata de la figura internacional española más conocida del planeta que no se dedica al deporte. Lo que, dicho sea de paso, también es mérito suyo).

De lo que yo quería hablar aquí y ahora no es de su éxito, ni de la película en concreto (la dejaremos para un post aparte), sino de cómo se encarama a los puestos de cabeza en taquilla y frente a qué títulos. En definitiva, sobre la habilidad –que no sé en quién recae exactamente- de estrenar a primeros de septiembre, cuando la mayor parte de los blockbusters de verano llevan semanas en cartel y hace tiempo que han decaído en interés, y los que se estrenan para los últimos días sin cole tienen un público preferente de menores de 16 años. Cuando fuera del circuito de versión original no hay más que secuelas, precuelas y adaptaciones de cómic. Y para personas con alguna otra inquietud apenas sobrevive la de Woody Allen, una de bodas y amigas, una de cazanazis y la de los bomberos ligones.

En esa tesitura, Almodóvar propone otra cosa y tiene todo el espacio libre para hacerlo con éxito. El “nicho de mercado” que él ocupa está completamente vacío en este mes de reentré donde los cines parecen obstinarse en poner las últimas sombrillas playeras mientras cambia el tiempo y la gente deja de bañarse.

¿No hay ninguna película española lista para estrenar, que no sea la comedia romántica o burra (o ambas cosas) de turno, en la primera quincena de septiembre? ¿A qué esperan sus distribuidoras? Cuando las dos o tres que compiten en San Sebastián salgan a la palestra, el cine norteamericano las enterrará con una nueva oleada.

Para entonces, Almodóvar llevará medio millón largo de espectadores con La piel que habito. El Deseo debería dar cursos de marketing cinematográfico. Tendría –también- un éxito atroz.