El diario de a bordo del carguero Demeter es probablemente el tramo más logrado y aterrador de la novela que hizo a Bram Stoker definitivamente inmortal: Drácula. Realizar una película centrada en ese viaje tremendo es una idea cinematográfica buenísima, que llevaron a cabo el año pasado con una producción muy solvente y ambientada.
La película sólo incorpora una licencia innecesaria y gruesa al hilo de los tiempos que corren, aunque la parchea para que "cante" menos: ese médico negro formado en el Cambridge del siglo XIX. El actor es solvente, así que la bola pasa sin indigestión, porque la narración funciona en sus primeros compases, ágil, cuidadosa y marinera.
Todo va bien, hasta el niño y la joven que el vampiro lleva como kit de barritas energéticas son aportes atinados para el buen desarrollo del material. Podrían haber rentabilizado más la visita guiada del nieto del capitán al médico, excelente recurso para saber cuántos rincones tiene el barco y dónde está cada uno respecto a los otros. Aunque, en líneas generales, las sucesivas situaciones que componen el inicio de la aventura cumplen sobradamente.
Por desgracia, la película naufraga en lo único en lo que no debe hacerlo. Pero es que en esas mismas páginas del diario está la clave de lo que inspira más terror que ninguna otra cosa: lo no visible, lo presentido, lo oculto, algo que golpea sin testigos y desaparece dejando la muerte tras de sí.
En fin, que el problema viene cuando se empeñan en mostrar al monstruo sin necesidad y mucho antes de tiempo. Podían haberle preguntado a Spielberg, caramba, o revisar sus clásicos (Tiburón, Encuentros en la 3ª fase, El arca perdida...), para entender lo que conviene demorar la imagen explícita. Y ya de paso, decidir mejor lo que se muestra al llegar ese momento crucial.
Vaya, otro inexplicable naufragio.
sí, lo del médico tiene telita
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