sábado, 9 de noviembre de 2024

Anora

 

Anora ganó la Palma de Oro en el último Festival de Cannes.

A estas alturas, las decisiones de los jurados festivaleros clase A son tan engañosas como el algoritmo. En fin, que no es para tanto, con lo que han sido las Palmas durante décadas y lo que van siendo de un tiempo a esta parte.

Ojo: a mí, que no seré jurado de Cannes jamás, Anora me gustó mucho, por una parte. Por otra, no tanto. Cuenta con interpretaciones portentosas y una premisa golosísima: darle la vuelta al calcetín de Pretty Woman, que naturalmente está sudado y con tomates.

El principal inconveniente que le veo a Anora es un mal que no le corresponde en exclusiva: ¿por qué demonios el estándar comercial norteamericano actual, hasta en el "indie", es llegar a las 2 horas 15, o rebasarlas? Esta película ganaría en una versión más breve, en la que el “autor” Sean Baker (director-guionista) no engatusase al productor (ah, espera, que también es Sean Baker). 

Porque Sean en Anora abunda en la idea muy estadounidense de que lo más europeo consiste en incluir escenas o prolongaciones insustanciales. Como que eso le diese a las películas un toque más desaliñado y realista. Cuando el gran valor del cine norteamericano fue (al menos en tiempos), su capacidad para la concreción, el ir al grano durante todo el metraje.

Bueno, digresiones (europeas) aparte: un buen "indie" y ya. Con unos cuantos personajes muy convincentes y  curiosos, en especial el más inesperado.

sábado, 2 de noviembre de 2024

Casa en llamas

Astutamente, la decisión de guion más extrema de Casa en llamas se toma al principio. 

Parece una lección aprendida del gran Alfred, que incorporaba la violencia en el primer tramo, de modo que el resto del film, hasta casi su desenlace, lo presidiera la tensión por cuándo tendría lugar el nuevo estallido, del que los personajes se han demostrado capaces y hasta proclives.

Aquí tenemos a una madre extrema, que ha movido todos los resortes para reunir en la casa de verano a los que le importan. Nada le impedirá celebrar ese encuentro: NADA. La actriz que la encarna, Emma Vilarasau, está impecable e implacable.

En dicha reunión se añaden parejas de los hijos (marido harto, novia de tanteo), la nueva del padre (interesante personaje, el de Clara Segura), pero básicamente esto es un exorcismo privado que airea las carencias de una familia pija y catalana, el combinado ideal para la sátira. 

El padre parece originario de otro lugar de España, a juzgar por el uso solo puntual de la lengua en la que se expresan los demás casi todo el tiempo. No importa, Alberto San Juan es un especialista en esta clase de papeles de tipo detestable que hace sonreír con sus aspavientos y victimismos. 

Y es que el egoísmo campa a sus anchas en esta casa, poblada por intérpretes muy bien escogidos para manifestarlo en todas sus versiones: la mentira, la cerrazón, el infantilismo, el capricho descerebrado, el ansia de dominio, la autocomplacencia, las trampas, los chantajes sentimentales y hasta los pufos. 

Todo descarnadamente cómico, aunque tiene su trasfondo y es un acierto que director y guionistas sean catalanes también. Hay risas que solo tienen un pase si son a costa de uno mismo.

Bastantes llamas tenemos ya en la casa de todos.

viernes, 1 de noviembre de 2024

La infiltrada

Carolina Yuste es una actriz salvaje. La descubrí en 2018, en una de Vermut (Quien te cantará, creo que la mejor de las suyas) y la primera de Arantxa Echevarría, Carmen y Lola. Esta directora, que no hace más que progresar a cada película que rueda con ella, la puede nombrar su fetiche. Echevarría ha hecho otras, demostrando de paso su solvencia para comedias facilonas. Pero con la Yuste vuela, pareciera que la actriz le hubiese dicho: "a mí, para mierdas, no me llames".

Y eso que Carolina Yuste también ha tenido que rodar películas muy discretas, alguna hasta con Arantxa. Pero siempre le basta un papel mínimamente bien armado, para convertir su personaje en alguien de verdad. Hasta en birrias como Sevillanas de Brooklyn, donde solo Estefanía de los Santos y Manolo Solo pueden aguantarle el plano. 

Luego se ha marcado dos con Arantxa (una mala y otra buena), la de Jaime Rosales, el gran personaje como esposa de Eugenio en Saben aquell (la mejor de David Trueba, de lejos) y, de esa, directamente ha llegado a esta infiltrada poderosa, frágil, valiente, llena de matices; comiéndose a Luis Tosar crudo, al también ascendente Anido y al que le pongan por delante. Momentos con el etarra Kepa, cortando filetes en la pollería, leyendo cartas familiares o compadreando con los borroqueros a los que detesta y teme, son menciones aisladas de su recital. 

La película tiene nervio e interés de principio a fin, pero se aguanta sobre los hombros de la Yuste, para lo terrible y para lo incómodo, lo férreo y lo humano. Si fuera un director seguro de un nuevo guion con un buen personaje femenino en él, llamaría a la Yuste sin dudarlo. Claro, que a lo mejor en ese momento esté rodando otra con Arantxa. 

Estaríamos de suerte.