Gena tuvo mucho aguante. Supongo
que ayuda nacer en Madison, Wisconsin, tener una madre de Arkansas y pasar la
adolescencia en Milwaukee en los años cuarenta. Todo tan cinematográficamente
norteamericano.
A los 24 se casó con John
Casavettes, ese tipo raro, actor-director cuando nadie era ambas cosas, al
que Garci ubicaba entre Godard y Bogart. Con él en la batuta y a veces en los
repartos Gena hizo muchos de sus grandes papeles para el cine, en mi opinión Una
mujer bajo la influencia, Opening night y Gloria
sobre todos los demás, que fueron muchos y excelentes.
Cuando se hizo mayor y viuda, le
pasó un poco lo que a la Bacall: empezaron a llamarla para dar empaque a
señoras con pasado, agallas y arrugas bien llevadas. Paradójicamente, fueron esas
secundarias lujosas por las que el gran público empezó a reconocerla,
convirtiéndola en una presencia agradecida, donde su sapiencia y atractivo
se atemperaban por obra y gracia de la edad, frente a la mujer-furia que había encarnado
de joven.
Gena Rowlands, como cualquier gran actriz que se precie, fue muchas Genas y varias Rowlands distintas. En todas derrochaba talento y estilo, aunque ella muriese sin poder recordarlo. Lo haremos por ti, reina.
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