He aquí un buen ejercicio para distinguir entre realizador y director, con dos películas equivocándose en qué historia necesitaba a un profesional u otro.
Menudas piezas, que ha tenido un éxito razonable para lo que en España se estila, está hecha por Nacho García Velilla. Repasando su filmografía y trabajos de televisión considero que no se ha encontrado con una historia mejor hasta la fecha. Por desgracia, nuestro producto audiovisual sigue pecando de poca confianza en los relatos ejemplarizantes, épicos, bonitos. Parece que nos dan pudor si no se le ponen detalles de humor sarnoso, líneas de mal gusto, personaje paródico... hay que satirizar algo, el pijerío, el chonismo, el barrio, el colegio de élite... ¡algo! (o mejor, todo).
Para eso viene al pelo un director como Velilla, fogueado en series como 7 vidas o Aida y películas conocidas y algo vergonzantes: Villaviciosa de al lado o Perdiendo el norte. Lo que me asombra es que esta clase de producto pueda atraer a la gente a salas, me parece de pantalla en respaldo de avión o sofá casero una tarde cualquiera. La textura, la atmósfera, el tono, los encuadres, la puesta en escena... cuanto engrandece cinematográficamente un guion - salvo el casting, que hubiera brillado mucho más en una película más brillante - es de bajo perfil, es más de teleserie semanal que de largometraje con estreno y photocall.
No sé, a lo mejor imagino decisiones conscientes donde sólo hay limitaciones presupuestarias o estéticas libremente adoptadas que a mí no me son afines. Pero viendo lo que la historia promete y lo que da, parece que hay que rebajar hasta en los acabados cualquier mensaje convincente sobre la oportunidad de ciertas prácticas y valores en el proceso formativo de las personas.
Aunque el resultado es simpático a pesar de todo, casi aceptable si para verla no has pasado por taquilla a precios de Madrid.
Por contra, tenemos Matusalén, la segunda película para el cine de David Galán Galindo, director de la muy estimable (aunque corta de presu) Orígenes secretos. Y el resultado en pantalla es Cine. Por desgracia para una historia flojita sostenida una vez más por los actores, un cómico de talento como Julián López y varios más que le acompañan sin apenas papel (Miren Ibarguren y María Barranco como los casos más sangrantes, no son personajes, sino roles). Los jóvenes Elena, Jasón, Lucía y Judith, con papeles tan tópicos como los que les tocan, hacen lo que pueden. Y a Miguel Rellán le basta con estar, es con José Sacristán lo mejor que nos queda en activo.
Excelentemente rodada, no vale un visionado completo, aunque se lo concedí. De lectura plana, poco graciosa, vaga en las soluciones (lo del examen, lo de la policía o lo del influencer...). Sólo se eleva hasta el ansiado bien alto en una canción afortunada y en las escenas de Alberto San Juan (que se está especializando, por cierto, en el momento estelar prácticamente único de películas olvidables como ésta o Loco por ella).
Matusalén es, en fin, una telecomedia pasable con empaque cinematográfico y Menudas piezas una historia para el cine que se empaqueta como tele. Y así vamos. La taquilla sigue en crisis, claro, ni Telecinco, ni RTVE, ni Amazon garantizan el interés de las producciones patrias.
Pero es que ya lo decía el padre de Una Historia del Bronx: "No hay nada peor que el talento malgastado".
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