Blancanieves, de Pablo Berger, es un prodigio que cayó sobre el público de la 60 edición del Festival de San Sebastián como una suave lluvia después de una larga sequía. Hay que forzar mucho la memoria para llegar a otra propuesta del cine español tan original, arriesgada y redonda, si es que la hay. Una genialidad que parecía imposible conseguir aquí, pero se despliega en poco más de hora y media como lo haría una mariposa exótica, ofreciéndonos un recorrido exquisito por el españolizadísimo cuento de Grimm, pleno de belleza, detalles, amenidad, humor y lirismo.
Un relato el de Blancanieves ya muy conocido y cuyas últimas adaptaciones hollywoodienses ilustran lo difícil que es volver a ese clásico después de Disney. Pero Berger, autor también del estupendo guion, orquesta con enorme talento a un equipo que tiene como director de fotografía a Kiko de la Rica, Alfonso Vilallonga en la partitura, Alain Bainée en el diseño de producción o a Fernando Franco en el montaje. Y un reparto de caras nuevas o conocidas del espectador, que dan aquí lo mejor de su arte sin articular palabra. Lo de Maribel Verdú es para enmarcar y los ojos de Macarena, insuperables.
No elijo escena, me gustan todas.
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