No es profunda, aunque sí
clarividente (qué nivel ideológico el del comando, qué profusión de banderas que
hasta hoy se tomaron más por lúdicas que por sentimentales).
No es espectacular, pero tampoco puede
serlo, ni por planteamiento argumental (cuatro pringaos en un piso), ni por
presupuesto (Netflix se lo toma con calma, sobre todo en lo que no considera
suyo… todavía).
No es brillante, ya conocemos los
chistes sobre gula, chapucería y geografías excluyentes, aunque sí graciosa
(esa conversación sobre parejas y mediaciones…).
Gente con criterio echa en falta
el respeto a las víctimas, pero en esta historieta no las hay ni son objeto de
reflexión, debate ni gag. Su ausencia no me parece irrespetuosa, ese tema
lacerante necesita otra película.
El mundial de fútbol está mejor
utilizado que en La gran familia española, pero tampoco mucho. Ese tema épico
necesita también otra película (que Netflix, de ganarlo EE UU, ya hubiese
hecho).
El reparto es muy bueno, pero la
superficialidad estrictamente cómica obliga.
Sólo hay a mi juicio dos momentos de gran
película, el principio y el final-previo-epílogo, con Ramón Barea dando miedo y
un consejo sobre balas que se le aplica a rajatabla.
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