David Leitch, director de Bullet train, acaba de estrenar otra. Le ha salido mejor que aquella, porque en este guion el humor funciona bastante bien y para el casting tiene a una pareja protagonista con química y pegada, Ryan Gosling y Emily Blunt. Hasta la trama, sencilla pero aseadita, da juego y recorrido suficientes.
Por desgracia, en lo demás sucede como en la anterior con Brad Pitt: la feliz idea tiene que convivir con paletadas y paletadas y paletadas de dólares. Cada persecución tiene que apurarse hasta el siniestro total, de helicóptero, coche, grúa, lancha o pick up; cada pelea destrozar el piso de lujo incluyendo el vestidor, el bar y el armario de la fregona; cada situación extrema volver mierda cuanto vehículo, escaparate y farola encuentre en su camino (y que el camino sea largo, mejor destruir media ciudad que un par de calles).
En fin, que la cosa se ahoga en excesos innecesarios, aunque remonta una y otra vez gracias a la pareja protagonista y a algunos escuderos afortunados (el jefe de especialistas, la aspirante a productora, el perro francés). Había una divertida comedia romántica de acción y cine dentro del cine ahí, se intuye bajo los fajos de billetes, asoma en varios momentos encantadores y divertidos.
Algún día, la mega-inversión en chatarra gigante no será recuperable ni atrayente, por cara y por reiterativa. Afinar en el guion sale más barato, tíos. Aunque a la película que se ruede luego haya que ponerle menos especialistas.
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