Roger Corman acaba de morir. Dirigió de todo, westerns para coger práctica, aquella gamberrada deliciosa titulada La pequeña tienda de los horrores, comedia de terror barata y de culto en la que Jack Nicholson casi debutaba. También rodó el clásico de ciencia ficción El hombre con rayos X en los ojos y unos cuantos pasotes de serie B como Mamá sangrienta, para fracasar comercialmente en títulos notables de serie A, como El barón rojo.
Pero, sobre todo, acometió las adaptaciones canónicas de la obra de Edgar Allan Poe: La caída de la casa Usher, El pozo y el péndulo, Cuentos de terror, La máscara de la muerte roja, La tumba de Ligeia... Y de paso impulsó en sus inicios a cineastas como Scorsese, Coppola, Bogdanovich, Howard o Cameron y actores como el citado Nicholson, Bruce Dern, Robert De Niro, Dennis Hopper o Peter Fonda. Además de estrenar en Estados Unidos cine europeo de Bergman, Fellini o Schlondorff.
"El Rey de la serie B" era experto en hacer y producir cine rentable, saltarse censuras y abrir géneros apegados a realidades sociales nuevas (¡esos motoristas que vuelven a la pantalla de cuando en cuando!). Pero también tenía fama de buen tipo, basta ver cuántos le metieron de actor en sus repartos: Coppola en El padrino II, Demme en El silencio de los corderos y Filadelfia, Howard en Apolo 13...
Hasta tuvo el honor de que incluyesen algún título suyo en la Biblioteca del Congreso y se llevó un Oscar honorífico a toda una vida llenando autocines y programas dobles con cine desprejuiciado, barato y ameno. Ha muerto con 98. El año pasado aún se asomó por Cannes a saludar.
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