El sábado por la tarde vi la de Alexander Payne, uno de los pocos cineastas humanistas que le quedan a Hollywood. La película me pareció de lo mejor que han cocinado en USA el año anterior y nos estrenan en éste. Sin inventar argumentalmente gran cosa, Los que se quedan tiene el punto exacto de todo. Un guion magnífico y un reparto imponente con el gran Paul Giamatti a la cabeza.
Como todas esas comedias agridulces de Payne con las que uno se identifica y vivifica, Los que se quedan está en realidad llena de dolor y miserias, desde el chalaneo de aprobados que intenta la dirección del colegio para alumnos con padre "donante", hasta el cuadro clínico de uno de esos padres, que aplasta con una sola frase.
Prácticamente todo, salvo el humor para sobrellevarlo, es derrota en Los que se quedan: la muerte injusta que habla de cómo las han gastado siempre en "los Estates" cuando se trata de alistar jóvenes para la penúltima guerra; la madre doliente pero valerosa que guarda en una pequeña sombrerera su más conmovedor tesoro; unos niños de papá que tienen a los papás ocupadísimos en sus cosas; un profesor amargado y amargante como la última defensa en un mundo que debería ser mejor, pero ha renunciado a serlo sin sentimiento alguno de culpa; una botella de licor carísimo que simboliza ese mundo en venta; el incomprendido alumno adolescente con el que aún se puede conseguir una única victoria pírrica.
Ya digo que la premisa argumental no es originalísima ni falta que hace. A partir de ella, Payne desarrolla otra de sus bonitas historias que beben de la vida misma, dentro de este pequeño planeta, en sus zonas de paz y desconsuelos.
buenísima
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