Nada comparable a un ratejo bueno frente a los agentes de inmigración de un aeropuerto estadounidense, y no digamos si eres venezolano. No hay película de terror que iguale la apuesta.
Una pareja en tránsito hacia Miami: la barcelonesa orgullosa de serlo que va arrugándose y el hispanoamericano que sabe lo que hay desde el minuto uno. Los agentes, por descontado, son muy pero que muy perros, en la saña y en el olfato. Lo demás son cuatro o cinco escenarios (una cabina de avión, una cola ante el mostrador, dos salas de interrogatorios, una de espera) y el ruido de un matasellos como el último clavo del ataúd.
Alberto Ammann vuelve a estar fantástico. Alejandro Rojas y Juan Sebastián Vasqez debutan en la dirección con enorme brillantez. Les han salido 72 minutos de angustia y buen cine.
Antes de los atroces estrenos de verano, parece que "David", bajo la sandalia de hierro del cine "Goliat", hizo bonitas películas casi invisibles. Y pienso vérmelas todas.
directa a la mandíbula, de lo mejorcito de lo reciente
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