Los japoneses tienen su bichaco
desde los años 50 y nadie mejor que ellos para sacarlo del mar en plan
destrozón y radiactivo. Os remito a la Wikipedia si
queréis hartaros de datos, curiosidades, antecedentes y cronologías del rey
del kaijū. Allí le cuentan hasta los
empastes.
Adictos a la espectacularidad
catastrófica, los gringos también lo han utilizado para algún blockbuster y
hasta de invitado a su monsterverse, con el amiguito Kong como compañero de
mamporros y ruge-ruge. Gastándose por cierto cien veces más pasta para no
superar al original.
Los japoneses, entretanto,
demuestran en ésta sobradamente a quién pertenece de verdad el saurio mutante,
cuidando con primor las escenas de lucha y con más primor aún a los personajes
humanos implicados en la aventura que pone la costa nipona y Tokio a un tris de
la destrucción.
Aquí no sólo hay una cola
rompe-edificios, unos pisotones de media manzana y aliento de fuego azul para
quemar hasta el horizonte. Además hay hombres y mujeres que se manejan ante la
adversidad con sus razones y miedos, mezquindades y remordimientos, emociones y
arrojo. De paso, el guion se permite algún tirito a la forma de ser japonesa,
en lo social y en lo político, con las secuelas de guerra en primer término,
los terribles trabajos bien pagados, el papel del gobierno y el de los
ciudadanos de a pie..., todo muy bien traído.
El prota humano (Riunosuke
Kamiki) es un poco llorón, vale, pero ¡como para no serlo!
Esto no es Disney,
amigos, ni Marvel, ni Warner, ni cosa que se le
parezca. Aunque los paisanos del monstruo también saben encajar el final feliz
y la posdata inquietante. En fin, que aunque Hollywood no meta más la zarpa,
tenemos Godzi para rato.
Pues habrá que verla, la tenemos pendiente, sobre todo mi peque, que esto de los monstruos le gusta bastante.
ResponderEliminarLeí que era la mejor versión de Godzilla, nosotros hemos visto varias de las antiguas y modernas. Te contaré.
ResponderEliminar