La forma del agua ha
comprado muchas papeletas para los Oscar. Es una de esas producciones que demuestran
talento en todo su despliegue visual (esencial en el cine, no digamos en el de
Hollywood), en su banda sonora (larga vida al revival), y con una historia accesible
y agradecida de ver.
La forma del agua tiene
denuncia sin pasarse, diversidad radical, amor fantástico, humor dosificado (Richard Jenkins impecable), intriga
(moderada), malvados y buenos de manual, paranoia política (la de siempre),… En
fin, buenos ingredientes para gustar mucho y llevarse algunos premios de aquí y
allá.
Del Toro y su coguionista Vanessa Taylor no se han roto la cabeza con el guión, aunque tienen a Jenkins y Octavia Spencer para sacar petróleo cómico en cada frase que les toca (las mejores, claro).
La potencia del mexicano como cineasta es otra y lo sabemos de antemano: la imaginería de “cómic o programa doble” (Cine o sardina), y su excelente puesta en escena.
Así las cosas, le ha salido una
gran película, pero de las “epidérmicas”. Vamos, que no se mete en ningún asunto con
demasiada profundidad, salvo en el agua y con el director de cámara en chip
romántico.
Nada que objetar. Sólo cierta
nostalgia de cine de entretenimiento estadounidense igual de entretenido que
éste, pero con más poso. Entonces se llevaba el whisky más que el agua.
En efecto....
ResponderEliminar¿Tiene más poso la de las afueras? Hombre, hombre.
ResponderEliminarMe han pasado un meme cojonudo: Guillermo del toro aceptó llamarla "La forma del agua" por no llamarla "Que te folle un pez"
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