Se dice mucho de un tiempo a esta parte que las series estadounidenses son su nuevo Cine, que lo han suplantado en complejidad, hondura, ingenio, personajes. Y con tanto videojuego mínimamente camuflado estrenándose en las salas, es muy posible que así sea.
Con este percal, uno tiene la impresión de que el director de Tres anuncios en las afueras ha hecho para la ocasión el camino inverso: una buena serie llevada al cine, con el estilo que tanto nos seduce en las temporadas servidas por el cable, pero en un único episodio de 112 minutos que podrían ser 100.
Personajes interesantes y originales (quizá queda algo concentrado que lo sean todos); diálogos chispeantes que pasan de la comedia al drama y vuelta sin desfallecer ni rechinar; escenario anodino pero bonito y reconocible, que se carga de sentido a partir de un hecho terrible y sus tres réplicas publicitarias; reparto de lujo disfrutando y sacando jugo a un texto como-dios-manda,… Todo esto está en una película que maravilla desde una posición hoy prácticamente desocupada en Hollywood.
Los diálogos alrededor de la violencia, real o latente, parecen ya cosa exclusiva para Tarantino e imitadores más o menos afortunados. Y los ambientes rurales de EE UU con capas bajo la piel se destinan a sicópatas de paso, atracadores de bancos con el oficio escrito en la matrícula, extrañas manifestaciones víricas o terrores en serie. Apenas sucede nada digno de un buen guión en ellos, si la violencia es uno de los ingredientes obligatorios.
Quizá por eso, películas como Comanchería o ésta sorprenden tanto hoy. No sólo porque sean buenísimas, que lo son, sino por su excepcionalidad en los tiempos que corren.
Reflexiones aparte, Tres anuncios en las afueras es una historia magnífica, excelentemente contada, en la que brillan Frances McDormand y Sam Rockwell (como suelen), y Woody Harrelson (más de lo habitual, en su línea True Detective), los chistes coenianos encajan a la perfección, la música envuelve y las sorpresas lo son de verdad.
Cuando se hagan más películas como ésta sin asesinato de por medio, Hollywood volverá a tener mejores guiones que las series. Puede que sea demasiado tarde.